El deterioro de la economía ecuatoriana hace impostergable la apertura de nuestro país al comercio internacional y a la captación de inversión extranjera.

Los tratados de libre comercio son necesarios. Estos son instrumentos comerciales, de política comercial, con carácter legal y vinculante para sus partes, es decir, de obligatorio cumplimiento, cuyo objetivo es consolidar y reglamentar las relaciones comerciales tendientes a la transferencia de bienes y servicios, así como captación de inversión privada. Con ellos se establece una base legal y normativa clara, estable y transparente para que, entre personas naturales o jurídicas de los Estados contratantes, se facilite el flujo mercantil. Entre sus directrices se hallan la apertura comercial y la vinculación e integración de los Estados.

Cuando hablamos de la incursión de inversionistas extranjeros en el mercado nacional, la seguridad jurídica que podamos brindarles juega un rol fundamental. A través de tratados bilaterales de inversión se pueden establecer marcos legales de protección de inversiones a personas de ambos países e incentivar la llegada de capital al país.

Estos acuerdos permiten crear derechos del inversor del Estado para ingresar en el Estado receptor, tales como reducir o eliminar procedimientos administrativos que eviten o demoren el ingreso de los particulares inversores, así como la no intervención del Estado receptor durante el tiempo de inversión. Adicionalmente se permite la libre transferencia de divisas donde el Estado receptor se compromete a permitir esta acción sobre los dividendos, préstamos y compensaciones obtenidos por el particular. Se guían con los principios de trato nacional, trato de nación más favorecida, trato justo y equitativo, restricciones sobre expropiación y métodos de solución de controversias.

El sentenciado y prófugo expresidente Rafael Correa jamás comprendió esto. Si hay algo que es “prohibido olvidar” es la denuncia de decenas de tratados bilaterales de inversión que nuestro país tenía con muchos otros países. Estos actos nos perjudicaron ante la comunidad internacional pues el mensaje fue: “No queremos tener acuerdos para recibir y proteger inversiones”. Su limitada visión (y las de su Asamblea Constituyente y Corte Constitucional) lo hizo concluir que pactar arbitrajes internacionales era ceder jurisdicción y eso, aparentemente, es algo dañino para el país.

En este periodo de campaña y de tanto precandidato con discurso, pero sin propuestas serias y ejecutables, necesitamos exigirles una agenda clara para reactivar la economía, comprometida con los principios y beneficios de la comunidad internacional, que borre a los funcionarios corruptos y ponga al Ecuador como un aliado de comercio e inversión. Tenemos mucho: riquezas naturales, ubicación, moneda y, por supuesto, nuestra gente trabajadora y honesta. La facilidad en el comercio y las inversiones creará trabajo y permitirá que los ecuatorianos tengan más dinero en sus bolsillos. Y a los negocios ecuatorianos también hay que apoyarlos, reducirles costos y trabas burocráticas para que crezcan, generen trabajo y exporten Ecuador al mundo. (O)