El famoso “Ya que ch…” de Guillermo Lasso pasó de ser frase célebre a convertirse en meme y luego a un casi olvido. Y yo me pregunto: ¿por qué pasa esto? ¿Por qué volvemos a esa inercia apática?, cuando es tan urgente poner sobre la mesa la discusión sobre un voto responsable y hacerse cargo con mayor seriedad de las decisiones que tomamos, para el futuro de nuestros hijos y nietos, pero también para enrumbar hoy un país que está verdaderamente golpeado y hundido en una crisis económica, social y política, desde antes de la emergencia sanitaria y sus consecuencias.

Votamos por personajes populares, por descarte, por palabras emotivas, y luego somos los campeones para quejarnos.

Hay una gran diferencia entre la queja y reclamo. La queja es el manifiesto de un descontento o inconformidad, y no pasa de ahí. El reclamo, por su parte, demanda el cumplimiento de una promesa que no se ha realizado en los plazos o términos acordados, y es por este camino que se puede generar un nuevo acuerdo y encontrar soluciones, el reclamo pretende que quien ha faltado a su palabra asuma su responsabilidad, pero si no somos conscientes de los planes de gobierno, si no sabemos con certeza lo que estamos eligiendo, no podemos reclamar y seguiremos quejándonos eternamente.

¿Por qué somos así?, tal vez porque es más fácil, porque es más cómodo, o porque hemos llegado a un punto donde se ha perdido la confianza en los gobiernos y sus autoridades, en todos los niveles, donde vemos constantes actos de corrupción y el uso del cargo para provecho personal, donde no hay castigo y todos se salen con la suya. Es el reino de la impunidad, en nuestras narices.

La impunidad y la impotencia, el sospechar de todos y sus agendas, la incertidumbre producto de falta de ideologías y proyectos claros que permitan una tranquilidad temporal, o por lo menos la certeza del escenario y las reglas con que se juega.

Ser presidente de la República hoy parece ser una torta para cualquiera, es cosa de ver la papeleta y los candidatos que se están postulando, hay uno que ofrece a Barcelona campeón de América, otros que no tienen preparación o experiencia adecuada, y lo más preocupante, esos que han sido parte de procesos o entornos de corrupción y, descaradamente, aparecen nuevamente ahí. Es una vergüenza, fruto de una sociedad del oportunismo, culpa de nosotros, por no saber elegir bien, por no educarnos como votantes, por dar espacios mediáticos a las tonterías y payasadas, por no saber reclamar. No es culpa de nadie más. No sé si estamos a tiempo para cambiar, no sé si podemos cambiar, pero sí sé que el “Ya que ch…” es el opio político y uno de los grandes responsables de nuestros problemas.

El país está mal y no puede ser que sigamos de tumbo en tumbo con los oportunistas del momento, en lugar de comprometernos con un proyecto país. Ya hemos visto en el mundo qué fórmulas funcionan mejor que otras, cuáles soportan una proyección y cuáles no. Recuperemos la discusión del “ya que ch…” de manera seria; eso es, tal vez, lo más sensato que haya dicho un político en los últimos años. (O)