La portada de Diario Súper lo gritó en grandes letras amarillas: ¡Chito, presidente! Junto al titular, Marlon ‘Chito’ Vera patea a su rival, el estadounidense Sean O’Malley, quien hasta ese día estaba invicto en la UFC.

Chito Vera merece ese titular y la ovación de sus fans. Su actitud lo hace brillar, dentro y fuera de la jaula. Chito sabe que él es el único responsable de su éxito. “Tengo la mentalidad del inmigrante. Entreno duro, llego a tiempo. Tengo tres niños que alimentar, una casa que pagar. Soy un tipo motivado que se levanta cada mañana con una misión. El cielo es el límite”, dijo en su entrevista luego de ganar la pelea.

Esto que parecería un mensaje obvio, en nuestra cultura no lo es. Aquí no somos muy creyentes de que el éxito depende de ti, de tu trabajo, de tu esfuerzo, que nadie te lo va a regalar. Acá nos encanta reclamar y quejarnos por falta de apoyo del Estado. Somos campeones en pedir ayuda al Gobierno para todo. Estamos contaminados por esa mentalidad proteccionista, donde salir adelante no depende del esfuerzo personal, sino del apoyo del Gobierno.

Nunca faltan esos artistas y deportistas que reclaman atención y recursos del Gobierno, que se quejan de que no pueden salir adelante porque los tienen abandonados. Creen que estamos obligados a pagar con nuestros impuestos sus carreras. Es que mi trabajo es importante para la identidad nacional. Así, pretenden que el Estado pague sus entrenamientos, sus obras de teatro, sus películas.

Lo mismo sucede con varios “empresarios” que pretenden que el Gobierno proteja su sector frente a la competencia internacional. Buscan que papá Estado encarezca con aranceles las importaciones para que unas pocas empresas protegidas se beneficien y vendan sus productos más caros, perjudicándonos a todos los consumidores.

Chito entrenaba en Ecuador hasta que un día se dio cuenta de que acá no avanzaría más. Hizo sus maletas y se fue a California a entrenar y competir con los mejores del mundo. Si Chito fuera una de esas empresas que viven llorando protección hubiera pedido una ley que obligue a peleadores extranjeros a competir aquí con un brazo amarrado a su espalda para así estar en igualdad de condiciones con los peleadores locales. Así de absurdo es proteger a las empresas locales de la competencia extranjera. Así de absurdos son nuestros politiqueros proteccionistas que buscan ganar simpatías dizque impulsando una falsa industria nacional. Y así nos quedamos, conformes y satisfechos, siendo el mejor peleador de la cuadra, en lugar de salir a pelear con el mundo.

Chito no se quedó llorando por apoyo del Estado. Entendió que dependía de él salir adelante. Que debía competir con los mejores si quería ser alguien en ese deporte. Necesitamos un nuevo gobierno como Chito. Liberal, competitivo, sin complejos. Que entienda que solo saldremos adelante si nos abrimos al mundo, aprovechamos nuestras fortalezas y nos atrevemos a enfrentar a cualquiera. Que ganar depende de nosotros, de nadie más. Que nadie llegó a campeón de nada quedándose a pelear en su barrio. (O)