Durante varios años a través de este espacio de opinión he intentado recalcar o llamar la atención sobre la importancia y la responsabilidad que tenemos todos los ecuatorianos en escoger bien a nuestras autoridades.

Lamentablemente, la clase política tradicional nos acostumbró a un estereotipo de candidato que es malo y no nos conviene. Para muchos, quien se presenta en la papeleta electoral debe ser una persona muy carismática, apasionado por el fútbol, si baila o cuenta chistes, mejor; si insulta, grita, se burla o hace quedar mal al resto, está bien; o si simplemente tiene un pasado en un cargo público ya parece apto para otro más importante. También se considera positivo tener fama o reconocimiento por alguna actividad ajena a la administración pública o privada, tales como deportes, actuación, música o presencia en medios de comunicación.

No sería correcto generalizar, pero creo que estas incorrectas pero esperadas características en la mayoría de los candidatos a cargos de elección popular hacen que mucha gente valiosa, preparada y con principios no pueda ingresar al servicio público. Es fácil, les dirán que “los números no le dan”. Esta situación es un factor más que sirve para entender por qué estamos como estamos en Ecuador.

La política debe de dejar de ser un negocio de fama, carisma, fiesta, relajo o alegría. El poder político debe ser ejercido por quienes tienen la preparación y experiencia para tomar las mejores medidas económicas, sociales y políticas que perduren y sirvan para garantizar los derechos a largo plazo de todos. Nos debe importar si estas personas son responsables y honestas, no si son conocidos o guapos.

Además, para llegar a la papeleta y ganarse nuestro voto tienen que demostrarnos que saben lo que quieren hacer y cómo lo tienen que hacer. No podemos entregar nuestro principal ejercicio de democracia a personas que recién cuando llegan al cargo piensan un poquito y se inventan cualquier mamotreto de ley o proyecto para decir que sí hicieron algo. Peor aún a personas que no conocen al detalle los problemas por los que atravesamos y que no presentan soluciones reales para superarlos.

A pesar de todo lo anterior, hay esperanza y veo con buenos ojos las próximas elecciones. El único candidato que no ha dudado y ha confirmado su candidatura para la Presidencia de la República, Guillermo Lasso, ha puesto el ejemplo y ha subido la vara con su propuesta de los primeros 100 minutos. Este planteamiento es nuevo y demuestra trabajo previo y detallado para reformar el país. En 100 minutos sí es posible presentar proyectos de leyes y hacer correcciones a normas y reglamentos en varias materias. También es factible la firma de decretos que reduzcan problemas e impulsen el desarrollo. Esta propuesta debe ser valorada como lo que es: un acto de responsabilidad para asumir el mayor cargo público de nuestro país.

Ojalá que en nuestro país empiece una nueva era de candidaturas responsables y preparadas, con planes y proyectos claros, específicos y ejecutables. No se trata de llegar y ver qué hacer. Se trata de saber lo que tienes que hacer, si es que llegas. (O)