Creí saber el significado de ‘crisis’ hasta la primera semana de abril de 2020. Mi experiencia de 32 años en medios de comunicación, de reportería y jefatura; de análisis y noticia dura; contando historias membretadas de ‘caos’ y ‘tragedia’ no había sido suficiente para conocer su máximo significado.

Lo que en Guayaquil sufrimos en esa primera quincena de abril, por acción de un enemigo invisible que mata sin piedad, fue lo más grave que he vivido. Ni la guerra del Cenepa, que cubrí en sitio; ni las crisis bancaria y migratoria; los fallidos intentos de golpes, ni La Josefina o los terremotos de Bahía y Pedernales. Ni el dengue, la malaria o la reciente chikungunya.

Creí saber también el significado de ‘ayudar’ hasta esos mismos días de abril. Pero tampoco había logrado dimensionar su grandeza.

Y me desperté de golpe a la realidad con una llamada para invitarme a participar desinteresadamente por la ciudad, por su gente, porque paren las muertes que parecían imparables: nadie sabía exactamente qué había que hacer, pues el COVID-19 llegó sin manual de instrucciones. Pero todos sabíamos que algo había que hacer. Lo que sea. Urgente.

Así surgió el Comité Especial de Emergencia. Y el verbo ayudar derivó en gestionar. Y gestionar, en concretar y este en sobrevivir. Cada integrante puso, entonces, todo su saber y experiencia.

Lo primero: insumos para la primera línea de combate al virus, dramáticamente desprotegida; raciones alimenticias a quienes se les pedía quedarse en casa; medicinas, ¡urgente!, medicinas para bloquear la enfermedad en la primera fase y evitar que se vuelva grave y demande de cuidados intensivos. Medicinas que ningún hospital tenía suficientes.

Aunque nadie lo hizo por eso, estoy seguro, la historia de esta crisis deberá recoger la destacada administración de María Gloria Alarcón; los trasnochos de Mario Coka en las aduanas; el desprendimiento empresarial de Carlos Cueva, Efraín Vieira, Marcelo García; las ideas y acciones de Henry Kronfle, Bruno Leone, Isabel Noboa, Catarina Costa, Holbach Muñetón, Iliana Gonzales, Luis Alberto Salvador; los contenedores frigoríficos conseguidos por Sergio Murillo; la solidez en lo legal de Carlos De Tomaso, Marcelo Bodero, Pedro Valverde, Andrés Ortiz; la forma de multiplicar los panes de Paúl Palacios, Martha Gonzales; la guía médica de Luis Sarrazín; los aportes de Ernesto Noboa, Roberto Tugendhat, José Jouvín; el apoyo de monseñor Luis Cabrera y el liderazgo de Jaime Nebot.

Qué decir de la Cruz Roja, Fundación Teletón o la iniciativa Por Todos, que envió su aporte desde Quito. Y el trabajo 24/7 de los comunicadores que dimos fondo y forma a los mensajes, para transmitirlos por las redes y por los medios. Hay más, muchos más que el espacio me limita mencionar, quienes saben lo que hicieron y lo que siguen dispuestos a hacer para evitar una segunda ola de contagios.

Todos juntos aprendimos que ‘ayudar’ tiene una íntima relación idiomática con ‘gestionar’, ‘efectivizar’ y ‘apurar’.

A todos nos unió la acción y efecto del verbo “amar”. Amar a Guayaquil. A su gente.

Todos juntos aprendimos que ‘ayudar’ tiene una íntima relación idiomática con ‘gestionar’, ‘efectivizar’ y ‘apurar’.