No es ni una iglesia ni hay clérigos. Es un camino asfaltado entre árboles y un cielo con sol tropical. Los cuerpos se doblan o apoyan en los vehículos estacionados o se ubican entre ellos. El aire está desgarrado con lamentos, gritos, llantos gemidos, clamores, soledad ¡Dioos! ¡Diooos! ¡Dioooos!
¿Qué habría hecho Jesús, en la tierra, ante la agonía de su misma carne, la de sus hermanos? habría desprendido los brazos de su cruz para que lo crucifiquen millones de millones de veces por cada vida torturada que engendró su Padre para la felicidad.
Y su carne, la humana, cayó en manos de ¿quién ? de los mismos que lo crucificaron a Él: escribas, fariseos, sacerdotes que durante dos mil años sacaron uno a uno los ladrillos de la Iglesia construida por Jesús en el asfaltado camino de hoy. Pero Jesús en persona abrazó a los agonizantes y paleadores de misericordia en el camino porque las iglesias en su nombre estaban cerradas con sus ritos, calendarios, organizadas agendas , fiestas patronales y tantos huidizos del coronavirus. La espalda de los miedosos bloqueó la esperanza de los infectados y sus deudos a pesar de la recomendación solidaria de Francisco, el papa bueno. Y como algunos de los encerrados salían de vez en vez, le ofrecieron a Jesús un helicóptero para evitarle el virus en sus amorosas palabras y acciones “¿qué virus?” preguntó el Maestro. Y ¿ cómo puedo poner el antivirus del amor desde la lejanía del helicóptero y profanar el pan que les dejé con harina bendecida desde el vuelo de un pajarraco de metal ?
No hubo respuesta pero sí el vuelo publicitado a todo dar. Y como el pueblo de Dios es ya un solo desgarrador gemido, Jesús está visitando a todos los enfermos, a los pobres, a los débiles que se aferran a su amor, su calidez, su misericordia . Y su antivirus, el amor, exterminará la maldición de la idolatría al dios dinero, causa de la gran catástrofe de todos los tiempos: el coronavirus. Y sacudirán su escondite los seguidores de Jesús con una Iglesia renovada por la resur rección de Señor, una Iglesia con menos rituales y folclore, pero con la valentía del amor a la desgarrada humanidad del camino. Seremos menos, pero mejores con la alegría de quien tiene sentido y mensaje de eternidad por las palabras del Señor después de su resurrección: “La paz sea con ustedes” hermanos del camino”… (O)
Margarita Mendoza Cubillo, doctora en Filosofía y Letras, Guayaquil









