Los elementos vitales de los que se nutren la vida animal y vegetal son de la tierra, de la que se obtienen elementos sólidos, el agua con sus minerales, y el aire que con su oxígeno es el combustible que conserva las reacciones químicas y el balance en nuestro planeta. Concretándonos a los seres humanos, nuestro instinto de conservación nos hace buscar alimentos, beber agua y, naturalmente, respirar con la intensidad necesaria para mantenernos estables según las actividades que realicemos; es decir, mientras más nos agitamos más fuerte respiramos precisamente para mantener las combustiones aceleradas de nuestro organismo con oxígeno extra.
En condiciones normales de nuestras vidas comemos y bebemos según nuestra necesidad e incluso antojo; existe una suerte de autocontrol. En el caso de la respiración, el proceso es en cierta forma automático y respiramos solo lo indispensable. No expandimos ni llenamos nuestros pulmones con aire. Los médicos indican que solo utilizamos entre el 10 al 30 % de nuestra capacidad respiratoria; en consecuencia no aprovechamos nuestros pulmones. Tomemos entonces la costumbre de respirar mejor, haciendo entre cinco y diez aspiraciones profundas –reteniendo el aire por 3 a 10 segundos– y exhalando con fuerza, temprano por las mañanas y antes de acostarnos por las noches, ya que en estas horas del día el aire está menos contaminado. Enseñemos también a nuestros hijos este sano hábito.
En los hogares, si contamos con un espacio exterior, convirtámoslo en jardín y sembremos árboles y arbustos; tengamos dentro de casa plantas en macetas o si es posible jardines interiores, de tal forma que propiciemos el ciclo de intercambio de dióxido de carbono que generamos los seres humanos y nuestra actividad, y que es absorbido naturalmente por las plantas, beneficiándonos del oxígeno que a su vez estas emiten.
Cuando la emergencia sanitaria haya pasado y podamos volver a circular sin restricciones, busquemos parques con árboles frondosos y vegetación, visitemos bosques protegidos en las afueras de la ciudad y si tenemos la oportunidad de salir al campo un fin de semana con nuestras familias, cuánto mejor. Como razonamiento final, amigos lectores, démosle más importancia a nuestro sistema respiratorio. Utilicemos más nuestros pulmones y el oxígeno que está en nuestro entorno. Nuestra vida no se sostiene únicamente con alimentos y líquidos, es fundamental una apropiada respiración con la mejor calidad de aire que encontremos o podamos propiciar. Nuestro estado de salud va a mejorar. (O)
Marco Manuel Piedra Rodas, doctor, Guayaquil