¡Sí! Tenemos que aprender a amar con esperanza.

Exactamente lo contrario de lo afirmado en la melancólica canción de Salvador Bustamante, que ha expuesto extraordinariamente la tristeza inmensa que produce en el espíritu la falta de correspondencia por parte del ser a quien se ama.

Penoso final para el sublime anhelo de amar es no ser amado.

Pero esa puede ser una realidad, triste y hasta cruel, si se quiere, que escapa del control de quien sí ama, porque es tan compleja la individualidad de cada ser humano, en quien influyen factores genéticos, familiares y sociales que lo convierten en una persona única e irrepetible, distinta a todos los otros seres humanos habidos y por haber.

Habrá personas parecidas, pero no iguales, y cada una es un verdadero misterio, a tal punto que pueden ser auténticas desconocidas en su integridad, porque suele ocurrir que mecanismos de auto defensa personal inhiben a algunas personas de presentarse y mostrarse tal como son, y más bien se reservan pensamientos y sentimientos que prefieren no exponer a terceras personas, debido a ciertas razones que estiman pertinentes.

¿Será por eso que la sabiduría popular suele expresar “Caras vemos, corazones no sabemos”?

Pero podemos transitar por otro sendero en este tema del amor esperanzado:

¿Amamos también, con esperanza, a las personas jurídicas, esas ficciones que se convierten en realidades y con las que interactuamos constantemente?

Repasemos: Ecuador, esto es el Estado, y los ahora denominados Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD): Provincial, antes Consejo Provincial; Cantonal, antes Municipalidad; Parroquial, antes Junta Parroquial ¿ocupan algún lugar en la escala de nuestros afectos?

¿Se da cuenta? ¿Los amamos?

Tal vez convenga que en el próximo censo de población nos pregunten, para que nos autocalifiquemos, cuál es nuestro grado de afecto a las personas jurídicas de administración nacional y seccional en nuestro país.

No se olvide este asunto porque, si es bien entendido y atendido, puede generar un conocimiento de la realidad que ayude a mejorarlas relaciones entre los administradores públicos y la ciudadanía, que tanto se necesita.

Si se planifica bien, luego de un análisis adecuado de las respuestas, se podrían obtener cambios y beneficios reales para la mayoría de la población consultada.

A veces parece que la virtud del patriotismo está a la baja y que la indiferencia de la mayoría ciudadana permite que se enquisten en las administraciones públicas personas sin el patriotismo y la honradez que se requiere para manejar no solamente el dinero ajeno, sino para procurar y conseguir el bienestar de las personas.

Me parece que necesitamos, para empezar, un par de cosas: amar con esperanza a nuestro país, a nuestra provincia, a nuestro cantón, a nuestra parroquia y a nuestro barrio; y, empeñarnos en predicar eso con el ejemplo y gestando las oportunidades para que, cada vez, más personas se interesen en la forma como se realiza la administración.

Pero, todo ello con una dosis extra de esperanza, para lograr el objetivo.

¿Cree que se podrá obtenerlo?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)