Salieron en la televisión algunos propietarios de restaurantes a explicar cómo los había afectado la pandemia y también a prepararse para reabrir sus negocios. Su éxito depende de que vayan muchos clientes. Es la sencilla aplicación de la ley de la oferta y la demanda. El propietario, a su vez, compra insumos en los supermercados o a los distribuidores, tiene que contratar empleados que cocinen, otros que sirvan la comida, y más atrás están los agricultores, pescadores y criadores de animales y la gente que trabaja en las empresas que producen el agua potable y los de las eléctricas que proveen la energía y los petroleros que extraen y refinan los combustibles para mover el aparato productivo. Es la gran cadena de la vida, en la cual todos participamos y somos interdependientes. Tal vez el mozo de ese restaurante se dé cuenta de que sus ingresos dependen del cliente a quien sirve, pueda explicar el menú y, si le piden, sugerir u opinar sobre algún plato. Se dará cuenta de que tiene que ser mejor profesional y más amable, porque regalar una sonrisa no cuesta nada y hasta se puede ganar una mejor propina.

Esta dolorosa crisis puede hacernos descubrir cuán dependientes somos unos de otros y tomar consciencia de que nuestra vida está ligada inexorablemente a la vida de los demás. En mi entrega anterior me referí a la otredad y la compasión. Ahora ofrezco otra cara, la del otro como persona que me ayuda a ser, a ganar mi salario, a mantener a mi familia y a pagar impuestos. Millones de desempleados me están gritando que soy un privilegiado, porque tengo un trabajo que me permite ganar dinero. Me están desafiando a que sea mejor, porque tengo que hacer méritos para no perder mi empleo, para demostrar que sirvo bien, que soy un buen ejecutivo que supera las metas que yo mismo fijé, que soy un trabajador no rutinario, que aporto, que soy entusiasta, que me llevo bien y quiero a mis compañeros; que me importan el trabajo, la empresa, la familia que depende de mi trabajo porque soy padre o madre de familia. (Tenemos que inventar una palabra para designar a las madres que también son padres de familia, porque ellas también son el sustento económico, del hogar).

Tenemos más de tres meses que no concurrimos a los lugares de trabajo. Muchas personas se han acostumbrado y las madres con hijos pequeños están más tiempo con ellos. Hay quienes extrañan el ambiente de trabajo, a sus compañeros; esos momentos de desahogo en que se comparte un café, un chiste, un dicho ingenioso o simplemente porque se trabaja en algo que lo hace sentir útil porque ayuda o atiende a un cliente, a alguien que requiere de sus servicios.

Hay empresarios que están evaluando las ventajas del teletrabajo, por sobre el trabajo presencial. Emerge así, de la crisis de la pandemia, una faceta que puede ser muy positiva para el futuro, con la debida experimentación, con el método prueba y error. Es posible que surjan nuevas relaciones de producción, ya que tanto se han modificado las fuerzas productivas. Las computadoras y la internet nos han cambiado la vida. Porque nada es inmutable. Todo pasa y cambia. Se espera que la terrible experiencia nos haga mejorar. (O)