En anteriores oportunidades nos hemos referido a los peligros que amenazan cultivos y ganaderías por la presencia de plagas transfronterizas que perforan barreras naturales, transportando elementos de difusión de bacterias, hongos o virus, algunos dañinos, causantes de enfermedades catastróficas o insectos-plaga, extraños a nuestro medio, aptos para provocar enormes pérdidas en las cosechas, reduciendo la capacidad soberana de las naciones a su alimentación, dado que el evidenciado exterminio de abejas, que hoy nos ocupa, conlleva un impacto a la multiplicación de las plantas que necesitan del polen que trasladan, para alcanzar la fecundación, función que perpetúa a los vegetales con flores.

En efecto, una reciente aparición en granjas de varios estados de la Unión Americana de un tipo de abejón denominado “avispón asesino”, de origen asiático, no antes reportado, de gran potencial destructor y tamaño (hasta 2,5 centímetros), ávido por la macabra decapitación de abejas melíferas productoras de miel y otras substancias medicinales, para luego trasladar los residuos de sus cuerpos para caníbal sustento de sus crías, en un espectáculo terrorífico tan rápido que concluye con la destrucción o toma de una colmena en pocas horas, hecho recogido por The New York Times, en sus ediciones del 2 y 4 de mayo, que ha puesto en aprieto al poderoso Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, con sus entomólogos asumiendo la dura tarea de detener su avance, capturando a los depredadores en su fase adulta para fracturar el ciclo biológico con trampas estratégicamente ubicadas en las zonas agrícolas.

Al aniquilarse los colmenares, se truncaría un renglón económico importante, como es el aprovechamiento de los productos de la laboriosa y ejemplar acción de las abejas, de beneficios tangibles, no solo por la apetecida y original miel, sino por sucedáneos como cera, propóleos, el polen mismo, altamente demandados en estos momentos de incidencia de la más grave pandemia que asuela a la humanidad, siendo posible mitigarla y ayudar a neutralizarla, aumentando la capacidad inmunológica que su consumo provoca.

Sobre el impacto de este insecto de origen asiático, desconocido al convivir campesino americano, como lo fue en su momento la abeja africana, consultamos con una experta nacional y apicultora de renombre, la ingeniera agrónoma Fanny Caiza P., sobre la posibilidad de arribo hasta nuestras apacibles abejas y devorarlas con la misma brutalidad que las americanas, a pesar del obstáculo de la distancia o quizás del clima ardiente y tropical de nuestro entorno, nos explicó que, por el contrario, se facilitaría su expansión pues las condiciones locales les serían favorables.

La apicultura o cría de abejas es una ocupación apasionante, de técnico y especializado manejo hasta lograr productos de óptima calidad que la creciente demanda nacional e internacional exige, siendo una inexplotada fuente de trabajo, generadora de ingresos significativos a los agricultores y un magnífico rubro para engrosar nuestras exportaciones. De allí que la alerta, que llega desde el extranjero, debe mover la preocupación de nuestros experimentados organismos públicos, peritos en la detección y erradicación de estos infortunios. (O)