Qué me dejó tu amor que no fueran pesares, qué me dejó tu amor, mi vida se pregunta, y el corazón responde: pesares, pesares.

Era una adolescente el día que papá me llevó al desfile del petróleo. El primer barril de petróleo extraído del Oriente ecuatoriano se paseó por Quito y al verlo pasar me invadieron distintos sentimientos, era una mezcla de orgullo, esperanza e incredulidad. Regresamos a la casa conversando y papá me explicó lo que el “oro negro” significaría para el país. Estaba entusiasmado, creo que veía hacerse realidad sus sueños de justicia e igualdad. Al poco tiempo, la Dra. Bertha de Álava nos dictaba: Título, con rojo y subrayado: La siembra del petróleo.

Jamás, ni por mal pensamiento, me habría imaginado que el petróleo nos dejara solo pesares, corrupción y depredación. Que dejáramos de ser gente decente para volvernos incultos, ególatras, codiciosos, unos pobres nuevos ricos; y, por si fuera poco, tuviéramos dos booms petroleros.

Ahora el Ecuador paró, el mundo paró y la vida nos obliga a volver la mirada hacia atrás, hacia lo que fuimos: gente de bien, confiada, educada. Seres humanos que vivíamos sin competir, que soñábamos sueños posibles, leíamos mucho, íbamos al cine o al teatro con la “parada” del domingo porque no se acumulaba, se cuidaba la ropa, se heredaba de hermanos y primos mayores, se la cosía y remendaba porque tenía que durar. Eso éramos, gente de verdad, con un solo televisor por familia, y a veces muchas familia frente a un televisor.

Durante la cuarentena, la vida ha vuelto a sus raíces, evitar el contagio ha sido la prioridad. Nos hemos vuelto solidarios, hemos visto que podemos vivir con poco, que no necesitamos un montón de cosas inútiles: toneladas de ropa, utensilios en exceso, alhajas y menjunjes para tres vidas... Y lo peor, una mentalidad y unas leyes para hace dos siglos.

Si queremos salir de la crisis brutal que nos dejará esta cuarentena, tenemos que ver el mundo con ojos de sobrevivientes. Los precios tendrán que bajar, volverá el trueque y el SRI no podrá exigirnos una factura. No podremos pagar deudas y las instituciones financieras tendrán que ampliar plazos y bajar intereses, ya no podrán seguir jugando a ser Rico McPato. Los seguros de salud tendrán finalmente que asegurar nuestra salud. Los grandes empresarios deberán entender que no será el momento de generar ingentes utilidades sino para mantenerse a flote.

Muchas cosas van a cambiar, nosotros debemos cambiar, las leyes y la forma de relacionarse tendrán que ser más flexibles, de lo contrario imperará la ilegalidad porque la nueva sociedad exigirá un cambio.

El COVID-19 nos enfrentará a una “nueva normalidad”, me pregunto si habremos aprendido algo y saldremos menos egoístas después del encierro, o saldremos con la misma ansia de acumular, sin ver al otro. Será posible soñar o volveremos a cantar:

Qué me dejó tu amor que no fueran pesares, qué me dejó tu amor, mi vida se pregunta, y el corazón responde: pesares, pesares.

(O)