51. El domingo 3 de mayo de 2020 suman 3 484 631 contagiados por coronavirus y 244 791 muertos. En el fragmento 16 eran 110 000. Cifras de worldometers en las que nadie cree, porque deberían multiplicarse por muchas más.

52. Dios sigue callado. ¿Todavía esperas que hable?

53. Olvidé el contundente verso de T.S. Eliot: El género humano no puede soportar tanta realidad.

54. Quisiera imaginar una cuarentena sin televisión, sin internet, sin redes sociales, sin videoconferencias. Palpitarían temores atávicos, dioses vengativos, y hasta un ángel exterminador pasaría silencioso delante de puertas marcadas.

55. Escribí que nadamos en un océano de olvido. Aunque también hay archipiélagos de información, erupciones de desmentidos, a veces alguna balsa salvadora en un mensaje inesperado. Por el momento seguimos a la deriva, sin tierra a la vista. Con que algunas islas asomen en los mapas desolados, no estará todo perdido.

56. No es tan difícil hacer pan. Lo difícil es domesticar la prisa. 600 gramos de harina, 10 onzas de levadura fresca, 400 ml. de agua, una cucharadita colmada de sal, otra a medias de azúcar. Paciencia para que fermente la masa, por lo menos tres veces, y luego un horno a 200 grados durante una hora. Sobran recetas en el mundo. Lo que falta es pausa. El Gran Encierro es la Gran Desaceleración. Pero olvidaremos.

57. No hay retornos idílicos ni Arcadias futuras. Son fantasías del reposo. El urbanista está conectado al rugido de las ciudades. Lo ideal sería una verdadera pedagogía del civismo, no la rimbombancia de la patria chica.

58. Eliot también dice: Otros ecos habitan el jardín. ¿Los seguimos?

59. No pienso en el apocalipsis, ni en juicios finales, ni en redenciones, ni siquiera en el infierno o el paraíso. Otros ecos habitan mi jardín: líneas circulares que giran sobre sí mismas hasta cerrar un fragmento.

60. Nuevas escrituras encerradas en los grandes enquistos del futuro, escribió Saint-John Perse en Vientos.

61. Lo que sí puede hablarnos es la camaradería, el humor, enviar un beso y un abrazo fuerte, responder un correo que insiste en saber de ti, escribir una palabra feliz para el solitario, llamar por teléfono sin ningún pretexto. Hasta Facebook crea un emoji que abraza un corazón. ¿Para qué se necesita el infinito del más allá, si el mundo puede expandirse en un abrazo gigantesco en el presente? Solo la literatura viaja al futuro que desconocemos. En el largo valle de tu mirada crece la esperanza, escribió Mark Strand.

62. Sin tener aficiones orientales, simpatizo con el budismo. Culpa de leer a los estoicos. No hay dioses, hay hombres.

63. Hallaron 237 cuerpos en estados de descomposición dentro de cinco contenedores en los alrededores del hospital de Los Ceibos en Guayaquil. Se alcanzaron a reconocer 106 cadáveres. ¿Es que el horror no va a terminar y se pasmará bajo la indolencia abstracta de las cifras?

64. ¿Qué se entenderá de aquí a cien o doscientos años cuando se lea “Facebook crea un emoji que abraza un corazón”? ¿Qué pensarán de la primera pandemia planetaria del 2020 en el 2230? ¿Les sonará como nos suena a nosotros la Gripe Española de 1918?

65. No se escribe para la inmortalidad, sino por las preguntas inmortales: ¿qué es lo que se puede entender? ¿Qué es lo que no se termina de entender? ¿Qué fue lo que percibí? El resto es trama.

66. No pidas más realidad de la que está en las cuatro paredes de mi casa. Yo abro bien los ojos, miro, como pedía Julio Verne. Pero hacia adentro.

67. Eugenio Montale lo escribe en verso y lo traduzco en prosa: “No nos pidas la palabra que perfile cada lado de nuestro ánimo sin forma, y con letras de fuego lo declare con el resplandor de una flor de azafrán perdida en un polvoriento prado”.

68. El otro día salí a comprar levadura para hacer un pan, esperé seis días y respeté el número autorizado del dígito final de la placa de mi auto, cumpliendo las restricciones. Me sentí estafado: muchos autos a los que no les correspondía circular, demasiada gente caminando, con mascarillas y sin ellas, sentados en la banca de un parque, amontonándose a la puerta de una tienda. Debo entender sus razones, incluso el sofoco de su encierro. Pero no puedo entenderlo. Mi imaginación ve fantasmas mientras siga pensando en el dolor de tantas agonías en secreto.

69. Escribe un militante: “Solo una nueva alianza de luchas transfeministas, anticoloniales y ecologistas puede proponer la mutación epistémica y política necesaria.”

70. ¿Mutación epistémica? ¿En serio?

71. ¿Por qué ‘solo’ esas luchas? ¿Por qué continúan los discursos dogmáticos? Cuánta autosuficiencia, cuánto envanecimiento. En ese mundo previo a esta pandemia triunfaban profetas contundentes, irreductibles, mesiánicos, con doctrinas sin capacidad autocrítica, y que encanta a oportunistas y totalitarios que sí mutan convenientemente.

72. Se desatan algunas polémicas entre quienes defienden los libros digitales gratuitos que ahora proliferan todavía más y los que advierten de la destrucción del tejido editorial, hasta convertirlo en nada. Como decía aquel final de una novela de Faulkner: entre la pena y la nada, elijo la pena.

73. Dios continuará en silencio, el mundo avanzará con sus secretos microscópicos y los hombres seguirán lanzando redes de palabras –poemas, ensayos, novelas– para atrapar el terrible silencio del viento.

74. ¿O lanzan esas palabras para advertir sobre quienes reemplazan el viento con un dios particular y absoluto?

75. Hay que pedir la palabra que Montale niega irónicamente. Hay que encontrar la flor del azafrán en el polvoriento prado. (O)