Cuando Nicolás Maduro anunció el 13 de marzo que los primeros casos de coronavirus habían sido confirmados en Venezuela, muchos temieron un inminente colapso del sistema de salud que agravaría, aún más, la precaria situación de una población que ha sido sometida durante años a la más dura crisis social y económica registrada en su historia.

Pero el sistema de salud venezolano no podría colapsar, pues ya lo hizo muchos años antes de iniciar la pandemia. Si analizamos, por ejemplo, la tasa de mortalidad neonatal, indicador que resume el número de recién nacidos que mueren antes de alcanzar los 28 días de edad, por cada mil nacidos vivos, las cifras oficiales muestran un aumento sostenido a partir del año 2004, del número de neonatos que fallecen a esta temprana edad. Así, mientas en 2003 la tasa era de 9,9 fallecidos por cada mil nacidos, en 2018 alcanzó el 15,1 según las cifras oficiales, convirtiendo a Venezuela en el único país del continente en el que el indicador se deterioró durante este periodo.

El índice de mortalidad neonatal no es solo una representación del número de niños menores de 28 días fallecidos. Es también un buen resumen del funcionamiento de los servicios de salud en general. Cambios en la alimentación, las condiciones sociales, el acceso a servicios públicos como el agua, electricidad, recolección de desechos, entre otros, impactan las condiciones de vida de mujeres embarazadas, quienes a su vez las transmiten a sus hijos.

Las complicaciones en los recién nacidos y sus madres son difíciles de predecir, pero también relativamente sencillas de prevenir. Algunas medidas han probado ser extraordinariamente eficientes para disminuir los posibles riesgos y complicaciones durante este delicado periodo de la vida. Entre ellas resaltan los servicios de salud preventiva.

Irónicamente, Venezuela registró en el año 2004 el cambio más importante en su sistema de salud de los últimos 20 años: la fundación de la famosa Misión Barrio Adentro, un programa social creado por el gobierno de Hugo Chávez con el fin de aumentar la prestación de servicios de atención primaria en salud, especialmente en sectores populares, con la participación no solo de un enorme contingente de médicos cubanos, sino también de técnicos y especialistas, en el que incluso estaría involucrado el máximo líder cubano Fidel Castro. Así lo reconoció Hugo Chávez el 14 de diciembre de 2003: “Me consta que Fidel Castro ha estado, él mismo en persona, (…) estudiando con un equipo médico (cubano para) determinar cuál es el mejor stock de medicina, el más adecuado, tomando en cuenta las características (y) cultura de la población” para las distintas regiones de Venezuela”.

El gasto social en salud aumentó significativamente como consecuencia de la creación de este y otros programas sociales. No obstante, como lo demuestran las cifras, los resultados fueron peores que malos. No solo aumentó el número de niños fallecidos en esta temprana edad, sino que reaparecieron progresivamente enfermedades erradicadas o controladas en siglos anteriores, denunciando las condiciones de vida ocultas tras las grandes campañas político-electorales que obnubilaron el verdadero panorama social durante los tres primeros lustros del siglo XXI venezolano.

Pero ¿cómo es posible que un sistema de salud colapse al inyectarle mayores recursos?

Son muchos los factores que explican este resultado. Corrupción, falta de experiencia, entre muchos otros. Pero desearía destacar dos razones que considero esenciales. En primer lugar, el desprecio a toda política social anterior a la llegada del chavismo. La creación de los programas sociales llamados misiones supuso el abandono de casi cualquier otra política social. Así, la red de hospitales y servicios de salud tradicional fue relegada conforme la Misión Barrio Adentro avanzaba. En la actualidad, Venezuela vive entre las ruinas de dos sistemas de salud paralelos. La otra causa fue el desprecio de las autoridades gubernamentales hacia los centros de formación y especialización de medicina venezolana.

La lección que esto nos deja es muy simple: para enfrentar la pandemia es necesario confiar en los especialistas locales y fortalecer las estructuras de salud disponibles, construyendo sobre ellas. (O)