Marco Aurelio Antonino, emperador de Roma, fue el tercer gobernante cuya familia era oriunda de la región que hoy conocemos como España. Ocupó el solio imperial por una serie de circunstancias favorables que lo acompañaron a lo largo de su vida. En la película Gladiador, Richard Harris hace una interpretación de un hombre viejo en una campaña militar contra las tribus germánicas, y en efecto, Marco Aurelio llevó adelante esa campaña y otra contra los Partos, en la cual su ejército traería a Roma un enemigo invisible que dislocaría la columna vertebral del imperio; un poderoso virus para el cual la población del mundo civilizado no tenía más defensa que la superchería religiosa.

La peste antonina, que tomó su nombre por la familia del emperador Marco Aurelio, afectó globalmente al mundo occidental en un nivel de pandemia, teniendo una gran morbilidad y alta mortalidad de entre tres y cinco millones de habitantes, impactando severamente el tejido social y económico del mundo clásico occidental, de igual manera que lo harían en su momento: la peste negra en el siglo XIV, la gripe española en 1918, y, lo hace actualmente el azote de la pandemia COVID-19.

La peste que asoló Roma también fue conocida como peste de Galeno, tomando su nombre del médico Claudio Galeno, quien llevó adelante importantes avances en la investigación de dicha pandemia, y cuyos estudios marcarían un antes y un después en la historia de la medicina.

Durante la campaña germana, Marco Aurelio escribió en griego su obra filosófica Meditaciones, en la cual afirmaría: “La peste que lo rodea es menos letal que la falsedad, la mala conducta y la falta de un verdadero entendimiento”. El emperador filósofo moriría contaminado por la enfermedad.

En la pandemia que nos golpea y que ha venido para quedarse, se repiten conductas y esquemas legales que fueron un rotundo fracaso en el terremoto de Manabí y Esmeraldas del año 2016, como la utilización del dinero y donaciones públicas para la búsqueda de réditos políticos; las palabras de Marco Aurelio frente a la sistemática expoliación y cómplices silencios de los atracos a los hospitales del IESS que parecen continuar, aun en los mismos momentos en que escribo estas líneas, tienen entonces una singular resonancia.

Así mismo, las incurias y cadenas de errores de conocimiento y apreciación que padeció el Gobierno en la crisis política de octubre del año pasado parecen repetirse en los mismos personajes oficiales, inclusive en las mismas emboscadas y acechanzas del correísmo para desarticular la estabilidad del Gobierno, y buscar su impunidad con la utilización de campañas de desinformación y noticias falsas. Muchos funcionarios de este Gobierno fueron y son correístas, no solo porque auparon, aplaudieron, callaron, financiaron y/o fueron parte de los mecanismos y estructura de la década saqueada y de sus proyectos, sino fundamentalmente por la forma como se conducen y actúan en el ejercicio de la función pública.

Hago un llamado ciudadano de genuina preocupación al presidente de la República, Lenín Moreno, a efectos de que bajo su liderazgo constitucional considere la designación urgente de un gobierno de salvación nacional, que incorpore a los mejores ecuatorianos de capacidad y experiencia probada, sobre todo en las áreas más sensibles de la estructura de gobierno. No se trata de repartir los cargos a los actores políticos como compartimentos estancos, sino de solventar esta monumental crisis de manera eficiente y oportuna, empoderándose de sus propias fortalezas y movilizando solidariamente de manera expedita todo el poder nacional; y, cuando las horas obscuras pasen, definir las reformas estructurales para repensar la organización del estado correísta, estableciendo un acuerdo mínimo vital que permita ampliar las fronteras de la recuperación económica generando trabajo, bienestar y progreso para toda la República. (O)