1. El 23 de enero de 2020 la ciudad china de Wuhan, con más de 11 millones de habitantes, entró en cuarentena por la pandemia del COVID-19 o coronavirus.

2. El 8 de marzo el Gobierno italiano pone en cuarentena a la región de Lombardía, con más de 10 millones de habitantes. Dos días después la cuarentena se amplió a toda Italia. Ya fue tarde.

3. El 12 de marzo el Gobierno ecuatoriano suspende las clases de escuelas y colegios. Los niños a casa. ¿La escuela en casa? La improvisación de las escuelas por compensar virtualmente la ausencia de clases satura a hijos y padres.

4. El 17 de marzo empieza la cuarentena en Ecuador, país desde el que escribo. Tiene más de 16 millones de habitantes.

5. La torre de marfil es una imagen poética que viene desde la antigüedad. Representa un lugar de retiro idílico. Ha sido vista como la huida de los problemas, contrapuesta a quienes se lanzan a la acción política.

6. “Siempre traté de vivir en una torre de marfil; pero una marea de mierda golpea las paredes y amenaza con desmoronarla”. Carta de Flaubert a Turgueniev del 13 de noviembre de 1872.

7. Media humanidad está en cuarentena en sus respectivas torres. Las ventanas de las torres de marfil del siglo XXI son las pantallas. Hay que contarlas: en la computadora, en el iPad, en la televisión, en el celular. Los que tengan estas pantallas. Y resulta que no todos las tienen. No olvidar.

8. Vuelven clásicos. Relecturas de varios autores, desde mediados del siglo XX hasta remotos del siglo XVI. Y en el intermedio varias rarezas. Todas hablan de la peste, de epidemias y clausuras. Cuando se siente que el tiempo se acaba, entran ganas de leer libros primordiales. Así que no esperes a jubilarte para entrar en esas obras postergadas.

9. En el Gran Encierro no es posible leer en calma. Leer es uno de los retiros privilegiados menos costosos para descansar del mundo. Pero todo lo que leemos está impregnado de nuestra visión, de nuestros miedos, de esta ansiedad por lo incierto. Hasta el verso más ambiguo y remoto se convierte en eco del mundo.

10. Incertidumbre: ¿ahora sí se acabarán los libros impresos? ¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en el papel? ¿El libro, objeto de culto, será un objeto de contagio y leeremos todo en versiones digitales?

11. Desde la provincia olvidada por el mercado librero, un joven escritor ecuatoriano, Diego Maenza, escribe unas líneas que no han dejado de rondarme: “Quienes formamos nuestro autoaprendizaje desde la periferia hemos padecido una permanente cuarentena cultural, y han sido los libros digitales los que han venido a nuestro rescate”. Sus libros, algunos traducidos –Identidades, Estructura de la plegaria, Bestiario americano– están ahora en Amazon, ese monstruo que no resultó ser tan malo.

12. Se ha olvidado a los mayores. Hay que volver a ellos. No solo a los propios padres, a los propios abuelos. No solo cuidarlos. Hay que darle protagonismo a su sabiduría. Escucharlos. Se ha exacerbado la juventud como valor. A los ancianos se los ha puesto en una olvidada torre de marfil, donde mueren abandonados y sin sepultura.

13. Todas las estrategias para la lucha contra el cambio climático han fallado. Solo a punta de virus, clausurada la circulación de autos y aviones, empezamos a respirar mejor. Gran paradoja: es un virus que ataca las vías respiratorias. La percepción del planeta empieza en el cuerpo.

14. Y los oportunismos políticos: retrocedan. ¿Cómo hay que decírselo? Oportunismos electorales, oportunismos regionalistas, y tantos más. Todo su lenguaje, todas tus instrumentalizaciones, se van a pique y suenan insulsos en el Gran Encierro. Esta es la marea de mierda contra la torre de marfil de la que hablaba Flaubert.

15. ¿Olvidaremos? Probablemente sí. De ahí la importancia de la escritura. Nadamos en un océano de olvido. Por eso hay que seguir contando, una y otra vez, como si nadie lo hubiera dicho antes. Y antes nunca ocurrió lo que estamos viviendo. Hubo otro Gran Encierro, del que escribió Foucault. Tenía que ver con la locura.

16. En Guayaquil siguen muriendo amigos y conocidos. La lista es personal. Nombres cercanos, no cifras. Cuando escribo esto hay 110 000 muertos registrados en todo el mundo. Registrados. Deben ser mucho más.

17. No sabemos cómo será el retorno al contacto. La torre de marfil resulta ser lo más seguro. Toda invitación a casa parecerá un honor sin precedentes. Pero olvidaremos.

18. Deben cambiar las casas, los departamentos, los espacios personales. No pueden tener solamente la dinámica de casas-dormitorio. Todo hogar es una torre de marfil.

19. ¿Cambiará el consumo? Hay mucho innecesario. Lo sabíamos. La nevera se ha vuelto la medida del mundo.

20. Habrá que volver a invertir sobre todo en la Sanidad Pública. Lo demás es secundario. Pero olvidaremos.

21. No hubo profetas sobre esta pandemia. Mejor así. No se necesitan profetas. Son ellos quienes necesitan el dinero de los incautos, y lo olvidamos.

22. Mira el cielo, ahora azul. Funciona como espejo. Empezarás a conocerte a ti mismo.

23. Después de todo, tus rutinas no eran tan malas. Tenías libertad. Pese a los agoreros y catastrofistas, no era tan mala tu vida. De golpe, entenderás a los encarcelados, a los migrantes que escapan de encierros obligatorios, miserias y carencias. Pero olvidaremos.

24. Cocina más, toca las papas, las zanahorias, huele el perejil y la albahaca, valora un limón, vive el sabor del pan fresco. Decía Cortázar: no dejes que el olor de la tinta de imprenta acabe con la alegría del ajo. ¿Olvidaremos?

25. Escriban. Quedará lo escrito. No hay virus que pueda contra lo escrito. Los libros antiguos que han vuelto dan fe. Lucharon contra el olvido. Y vencieron. (O)