Fue Mijaíl Bakunin quien dijo “la historia universal es una permanente negación de la animalidad humana”. Tengo mucha curiosidad por vislumbrar el mundo en el que mis hijos serán adultos. Definitivamente, cuando estos tiempos extraños de pandemia pasen, no será el mismo mundo en el que nosotros crecimos.

Por primera vez, la palabra “pandemia” ha adquirido su verdadero significado y escala. Los eventos anteriores no se pueden comparar. La legendaria “peste negra” diezmó Europa, fundamentalmente. La influenza española del siglo XX tuvo terribles consecuencias a escala mundial. Sin embargo, no sentíamos su impacto de manera inmediata, pues el mundo no estaba tan conectado como ahora; las malas noticias demoraban días en llegar.

La vida en nuestro planeta es quizás el sistema más complejo que hemos conocido. Todo sistema tiende siempre al equilibrio, pero a través de permanentes colapsos y reorganizaciones. Cuando un componente del sistema prospera demasiado, crece hasta alcanzar su propio colapso, o es inducido a la inestabilidad por factores negativos introducidos al sistema. Como especie, los humanos nos creemos ajenos a las reglas de la naturaleza. Logramos nuestra supervivencia rompiendo las reglas de la selección natural. En lugar de adaptarnos a las exigencias del ambiente, nosotros logramos que el ambiente se adapte a nuestras necesidades.

Estos tiempos del COVID-19 deben llevarnos a una profunda reflexión sobre lo que seremos como civilización y como especie. Uno de los primeros aspectos que debemos reflexionar es lo que entendemos por “modelos de crecimiento”. El crecimiento económico debe tener en cuenta que existe una barrera de explotación natural que debe respetar; no por sentimentalismos ambientalistas, sino porque los abusos al ambiente se convierten en una factura muy costosa de pagar. Esa es una de las primeras cosas que deberemos redefinir, en estos tiempos en los cuales ya no somos una especie separada de la naturaleza. El coronavirus nos ha hecho entender que nunca dejamos de ser una especie animal más, igual de vulnerables que las demás especies del planeta.

Que nos quede de lección, que debemos revalorar a toda la comunidad científica. Ellos son quienes se están poniendo en primera fila para enfrentar este mal. Solamente en España, 400 médicos tuvieron que ser retirados de centros médicos y hospitales, por haber contraído la enfermedad que estaban combatiendo. Ahora, todo el planeta ruega que los científicos descubran una vacuna a este mal. ¿Dónde quedaron las voces de aquellos que rechazaban las vacunas, efectos secundarios que nunca pudieron evidenciar científicamente? Espero que hayan quedado muy lejos, calladas ante los sucesos que vivimos. Lo mismo debería decirse de los payasos que se la pasan predicando que la Tierra es plana. Este tipo de intelectualidad retrógrada no debe tener espacio en nuestras mentes ni en nuestras discusiones.

De todos los tiempos sombríos que hemos vivido, hemos sacado algo de valor, que nos ha dado madurez y entereza. Esta pandemia se presenta de igual manera, como la oportunidad de aprender de nuestros errores, de nuestros abusos. También hay que entenderla como una advertencia. Si no corregimos el curso, tengamos la certeza de que vendrán eventos peores. (O)