El error primario en el manejo de esta pandemia ha sido adoptar el concepto de que únicamente el 15 % de los pacientes con positividad para el virus hacen síntomas y que el restante 85 % lo experimentaría como una simple gripe o inclusive no sentirían absolutamente nada.
Revisando los números de la plataforma de seguimiento del COVID-19 instalada y actualizada en tiempo real por la Universidad de John Hopkins, que contabiliza el número de individuos confirmados, muertos y recuperados, podemos constatar que la letalidad es del 4,5 %; y que del total de casos, 30 % va a hospitalizarse y el 70 % presenta síntomas leves. Ese 30 % que requiere de atención médica urgente satura e imprime una presión insostenible a cualquier sistema de salud (principal preocupación de los gobiernos) y por este mismo motivo se comete el “error oficial” de enviar a sus casas a los pacientes que siendo positivos y por no tener síntomas se les orienta a que deben aislarse en una habitación independiente y con utensilios individuales, pero estos pacientes debido a su carga viral presente y por no recibir ningún tratamiento antiviral son quienes mantendrán vigente la curva ascendente de contagios tan difícil de aplanar.
El aislamiento social es indispensable y debe aplicarse con el mayor rigor posible; sin embargo esta medida es insuficiente, pues controla bien a la población general para retardar su contacto con el virus y no saturar los servicios hospitalarios, pero olvida completamente la atención efectiva que requiere ese 70 % de pacientes positivos que se encuentra conviviendo con los aquellos vírgenes aún al coronavirus, que bajo el confinamiento actual corresponden a sus propios familiares dentro de sus casas y también las personas que contactan al momento de hacer una compra en el supermercado. Entre ellos, 3 de cada 10 personas necesitarán a su vez igualmente de más camas en los hospitales para ser atendidas.
Con base en este último concepto, es vital hacer una real persecución epidemiológica y médica a esos pacientes positivos asintomáticos para ofrecerles un tratamiento que reduzca su carga viral. Es fundamental identificar al menos 30 contactos por cada uno de los infectados, a fin de aislarlos adecuadamente e identificar en tiempo útil a quienes se tornan positivos. Solo ocupándonos de esta población que al momento se encuentra sin un manejo adecuado podremos realmente aplanar nuestra curva y evitar el número creciente de ecuatorianos fallecidos.
Observemos el ejemplo de Japón, donde los individuos positivos fueron masivamente diagnosticados a través de pruebas PCR confiables entre la población general sana, mucho antes de presentar ningún síntoma de gripe leve o de neumonía grave.
En conclusión, las pruebas masivas a la población general se imponen urgentemente en nuestro país. Así como se impone también un manejo epidemiológico y médico adecuados de los individuos positivos pero asintomáticos, aquellos que se encuentran en el mal llamado aislamiento domiciliario, que es una medida equivocada. Finalmente, hay que tener consciencia de que nuestros números no son compatibles con la realidad y son obviamente mucho menores que los números que deberíamos manejar, impidiendo que se lleven estadísticas sinceras que nos hagan tomar decisiones suficientes y eficaces. (O)
Raúl Oleas Chávez,
cirujano oncólogo, Guayaquil