Se empezó a hablar de virus hace un centenar de años y siempre hay héroes científicos que nos llevan a ello, primero que algunos virus se han logrado ver con el microscopio electrónico que amplía unas 300 000 veces el objeto; otros, que ni se los ve y todavía no se ha logrado verlos.
Virus en latín significa muerte, así lo han llamado una vez detectado. Fue el anónimo botánico ruso Dimitri Ivanovski quien analizando enfermedades de la planta del tabaco pensó que el mal estaba en las moléculas de la planta cubierta con un fluido infeccioso que atacaba a las hojas. Creyó que era un mosaico (enfermedad de las plantas) que se lo podía disolver, trazó y dividió la planta en trozos cubriéndolos con fibras de lino, luego observaba si las células cubiertas y la planta misma no enfermaban, pero la separata y la protección con la tela no resultó, siguiendo la planta de tabaco en el mosaico o enfermedad. En verdad, Dimitri Ivanovski (1892), muy inocente, había descubierto que lo que enfermaba a la planta tabaquera era una entidad celular a la que denominó virus. Más tarde el holandés Martinus Beijerinck volvió a estudiar la enfermedad del tabaco y notó que esta dependía de una infección diferente, pues se reproducía otro fluido infeccioso con otros virus que penetraban vivos, en el protoplasma de las células. Sigo investigando solo en mera teoría como profesor de filosofía jubilado de la Universidad de Guayaquil, sobre la historia de los virus. Hasta ahora el nuevo virus COVID-19 no está aislado y dificulta el logro de una vacuna que la seguimos esperando, muy optimistas.(O)
Héctor Joaquín Cisneros Arias,
doctor en Filosofía, Guayaquil