Solo en esta semana tres mujeres y un niño fueron asesinados por hombres que vivían con ellos. En Píntag, Doris –de 25 años– fue apuñalada tres veces, mientras se desangraba su marido le quemó con agua hirviendo los genitales, falleció a las pocas horas en un hospital público. Una niña de 6 años crecerá sin su madre; el padre, preso. A pocas horas del sitio, en Saquisilí una mujer fue ahorcada por su pareja frente a sus pequeños de 5 y 7 años que también quedan huérfanos. Unos días antes en Guayaquil, Adriana, de 36 años, fue envenenada junto a su hijo Santiago, de 6 años, asesinados por el macho que la maltrataba.
En menos de dos meses de este año ya hubo 16 femicidios y un niño asesinado en Ecuador a manos de hombres.
Mi abuela solía decir que si no vas a ayudar, al menos no estorbes. Ante la violencia machista, sistémica, en muchas ocasiones institucionalizada, salen unos a quejarse por lo que consideran exageración de feministas: gritar, desnudarse, cantar y pintar monumentos. Hay gente aún más ignorante y manipulada que descalifica toda protesta de mujeres bajo el invento de la “ideología de género”. Si así fuera, que existan mujeres dispuestas a ir presas por llamar la atención a las muertes de tantas niñas, mujeres y sus hijos en nuestro país, ¿no sería una consigna ideológica digna de ser apoyada?, o al menos de no estorbar en la lucha por conseguir más recursos estatales, culturales y sociales para disminuir esa tendencia monstruosa a la violencia de tantos hombres.
Los movimientos de mujeres toman luchas incómodas desde siempre, por eso tantas personas las insultan tratando además de descalificar sus batallas. Las “conquistas” que buscamos son ser consideradas iguales, en derechos y vida. Por ejemplo, recibir la misma paga que un hombre por igual trabajo, andar por la calle o la fiesta sin que nos toquen o digan groserías, acceder a métodos anticonceptivos apropiados, servicios médicos acordes a nuestras necesidades ginecobstétricas sin que políticos, curas o parientes opinen, mucho menos decidan por nosotras… en fin, que nos respeten. En EE. UU. el #MeToo continúa desenmascarando misóginos y hombres que abusan de mujeres desde sus distintos sitios de poder. Sin duda en nuestro país esto ocurre de peor manera desde la escuela hasta el trabajo, pero por ahora la pelea es para evitar que un hombre mate a una mujer cada 3 días en Ecuador. Las consecuencias para muchas mujeres y niñas son el final de la vida de las que crecen en relaciones inundadas por el machismo y la toxicidad de la dinámica familiar violenta.
Han sido feministas quienes empujaron los cambios legales para que en 16 países de Latinoamérica se califique de femicidio al crimen cometido por un hombre que la mata por ser mujer, casi siempre su conocida. Seremos mujeres quienes, en cada marcha, cada conmemoración, cada mensaje, cada acto de protesta sutil o radical, denostemos al machismo hasta poder crecer salvas y felices.
Este 8 de marzo, ojalá más hombres sumen su grito de protesta a la causa feminista. El silencio de tantos en política, policía, púlpitos y más, no ayuda. Cuanta más visibilidad la causa contra la violencia tenga, más probabilidades de lograr seguridad, justicia y equidad tendremos todos. (O)