La amenaza de expansión del beta-coronavirus es una realidad amenazante en salud pública.
El hecho de que este virus pueda contagiar a través del aire a otras personas constituye una condición que facilita su transmisión de humano a humano. Condiciones preexistentes en las personas que se contagian y las tornan vulnerables a la adquisición de la enfermedad viral, especialmente cuando ha existido disminución de los mecanismos de defensa por recientes problemas clínicos o porque han estado sometidas a intenso estrés emocional que debilita sus defensas naturales. Con muy buen criterio al detectarse la epidemia en China, su Gobierno para establecer el cerco epidemiológico ha construido un hospital donde va a tratar a los pacientes detectados con esta infección, pues es absurdo ubicarlos en hospitales generales porque eso ocasionaría la expansión de la enfermedad a personas que por su condición clínica se están con las defensas bajas. ¿Nosotros contamos con los recursos necesarios, humanos, económicos? En forma eficiente estamos obligados a tomar decisiones con urgencia. Ejecutar en forma sabia un cerco epidemiológico adecuado y eficaz. En primer lugar, por mantener vínculos económicos con China, realizar un cerco epidemiológico en zonas geográficas como el Mirador en el Oriente, en Esmeraldas y otras provincias donde hay explotación de madera. A estos sitios llegan ciudadanos de ese país y recientemente estos enviaron material mineral para su separación a su república.
La gravedad de la enfermedad está dada porque se requiere el uso de antivirales de alto valor comercial. Estos antivirales no están exentos de efectos secundarios de leves a severos como son dolor de cabeza, náuseas, diarreas, neutropenia, trombocitopenia... En estudios experimentales en animales, muchos de estos antivirales tienen efecto teratógeno y carcinogénico y pueden causar disminución severa en la maduración de los espermatozoides con disminución del tamaño de los testículos. Por tanto no deben utilizarse en pacientes embarazadas, y la seguridad en los niños no ha sido bien establecida.(O)
Pedro Benjamín Posligua,
doctor en Medicina, Guayaquil