Cuando en la época de la década perdida, como novedad, para “armonizar la normativa que rige el sistema educativo nacional”, se expidió la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) y su Reglamento, se expresaron inconformidades de educadores, ya que las medidas eran de poca eficiencia para el quehacer educativo.

Las estadísticas de evaluaciones nacionales y extranjeras nos ubican en sitiales nada halagadores para los que aspiramos a la educación de calidad. A estos cuestionados cuerpos legales acompañan los currículos para Educación General Básica y Bachillerato General Unificado, todos de aplicación obligatoria con políticas de ideologías ajenas al Ecuador. Son experimentos porque adoptan medidas parches y no soluciones. Los currículos ofrecen cargas horarias que no satisfacen el éxito docente ni la formación de niños y futuros bachilleres. La novelería del tronco común y la eliminación de las especialidades son causas de frustración para quienes desean ingresar a centros de educación superior, porque las universidades les exigen conocimientos según sus carreras; sumado a esto que las pruebas Ser Bachiller están alejadas de la preparación del joven que hoy es un aprendiz de todo y oficial de nada. En países de nivel instructivo superior al nuestro, por el retroceso educativo de nuevas generaciones, volvieron a sistemas considerados “anticuados” como lectura en voz alta, cálculo mental, tareas... En Ecuador no se enmienda el crimen de cierres de escuelas, escasez de maestros y material didáctico..., se complica el ingreso de maestro, con nuevos requisitos para que obtengan nombramiento. Un experimento nuevo se aplica a los aspirantes a bachilleres desde el 2020, ante el fracaso de las pruebas anteriores que dejaron a miles de jóvenes sin ingreso a la universidad o deben aceptar una carrera que no quieren, por lo cual frustrados inician y dejan los estudios generando pérdidas al Estado y decepción en los hogares; si terminan las carreras serán profesionales desmotivados. El ensayo de rebajar de 160 a 120 preguntas de 4 dominios o áreas de estudio, no favorece a los estudiantes, cuanto más que estas pruebas solo miden conocimientos y habilidades básicas y no los que una carrera requiere. Previamente se debió hacer una consulta a profesores y no solo escuchar criterios de escritorio. Cuando había las especializaciones, era el campo más claro y definido para la formación del estudiante, permitía mejor rendimiento en las pruebas de admisión; no generaban angustias, gastos. Una observación al fracaso de las pruebas Ser Bachiller y al trabajo de Ineval, que en parte desajustan las notas de graduación, sería volver al sistema de cuando el estudiante obtenía su calificación de grado por su rendimiento académico en el colegio, y que sea la universidad y sus facultades que hagan las pruebas de ingreso, y en base a esos resultados se tomen los correctivos que la educación requiera.(O)

Ivo Orellana Carrera,

doctor, docente; Guayaquil