Error es una acción desacertada o equivocada, según el Diccionario de la Lengua Española. Implica una ruptura con el deber ser.

Tiene mayor o menor trascendencia según aquello que se afecta, por ejemplo, las relaciones: con Dios, con los familiares, amigos, vecinos, compañeros de estudios, equipo, trabajo, apostolado, partidos o movimientos políticos, etcétera.

Y con la Patria también, por supuesto. ¿O no?

No sé si usted se ha preguntado, como yo: ¿también existe error en la omisión?

Yo creo que sí.

La duda surge porque la definición de la palabra que concita nuestra atención, como antes expresé, implica la realización de una actividad; mas yo considero que existe también la acción por omisión, como se estudia en Derecho Penal.

Sea que erremos por acción u omisión las consecuencias serán siempre de nuestra personal y exclusiva responsabilidad, aunque quisiéramos que no sea así, pues parece que lo que menos nos gusta es hacer frente y reparar las consecuencias negativas de lo que causamos con nuestro proceder activo o pasivo.

Asumir las consecuencias de lo que hacemos o dejamos de hacer, no obstante estar obligados a actuar, parece no ser la tendencia general en muchos grupos sociales y por eso nos llena de admiración cuando, por ejemplo, un conductor que impacta nuestro vehículo, sin culpa de nuestra parte, se acerca y se pone a nuestras órdenes para reparar los daños que ha causado.

Parecería que más bien evitamos asumir responsabilidades y, consecuentemente, procuramos no resarcir los perjuicios que causamos.

A propósito del tema de tránsito, solemos leer en los medios de comunicación la existencia de vehículos fantasmas, que no pueden ser identificados luego de colisionar a otro vehículo o atropellar a una persona.

Por eso la iniciativa oficiosa de reparar llama la atención y se considera una gentileza, que luego se proclama como acción ejemplar.

No obstante la existencia de la buena voluntad para buscar la justicia y resarcir, hay quienes creen que hay errores que no se pueden perdonar y, efectivamente, en su fuero interno, no perdonan.

¿Se identifica usted entre dicho grupo de personas?

El tema del perdón, más aún, la acción de perdonar es un tema muy complejo y no toda persona a quien se lo requiere está dispuesta a otorgarlo, sobre todo tratándose de asuntos sensibles, sentimentales o de honor,

Pero cuando se trata de intereses ajenos, que deben ser velados por un administrador que no es propietario, ¿qué posibilidades tiene él de perdonar errores de buena o mala fe?

¿Y cuando no se trata de intereses particulares que se deben proteger sino públicos? ¿Se reduce, se incrementa o se extingue la posibilidad del perdón?

Los católicos creemos que Dios, que es Amor, todo lo puede perdonar a quien sinceramente se arrepiente y confiesa su falta, comprometiéndose a no volver a cometerla.

Ya que el Estado no es Dios, aunque algunos así lo tratan: ¿considera usted que, para aquel, son perdonables o imperdonables los errores que cometen sus administradores perjudicando a su población?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)