Suficientes problemas tenemos que afrontar y superar cada uno de los días de nuestra vida; no obstante, debemos ser o procurar ser optimistas, aprendiendo a poner buena cara al mal tiempo, pues de lo contrario: nos fundimos.

A veces menos, a veces más, las preocupaciones, dificultades y frustraciones parecen que van a vencernos, pues nos agobian, sobre todo si las posibles soluciones están lejos de nuestro control, pues no dependen ni de nuestro querer ni de nuestro poder.

Los expertos nos han enseñado la importancia de los oasis y su utilidad en los territorios desérticos.

Cuando parece que todo está por terminar, el agua, la sombra y el descanso que la naturaleza espontáneamente ofrece, rehabilitan, fortalecen y generan nuevos bríos para continuar.

Seguramente por eso, seres humanos emprendedores, a lo largo de las rutas de intercomunicación terrestre, fueron construyendo en lugares estratégicos sitios de descanso, alimentación y hasta hospedaje, para viajeros impulsados por los más variados intereses, que podemos imaginarnos.

Sometidos al duro ritmo de la labor cotidiana, incluido el tiempo de los desplazamientos de ida y vuelta a los lugares de trabajo, consumimos en esa actividad probablemente más de diez horas diarias.

Estas son las ocho de trabajo más el tiempo para almorzar, de dos horas, durante el cual se incluye el necesario para el desplazamiento para ir a comer y regresar, a menos que haya un espacio apropiado y facilidades para consumir el piscolabis en las instalaciones del patrono.

Cuando esto ocurre, muchas personas regresan prontamente a continuar con su labor, impulsadas por su sentido de responsabilidad, pues el resultado de esfuerzo es considerado urgente.

Concluida la jornada laboral, de regreso a casa, hay quienes consideran que ya no tienen más tareas que cumplir, así que se disponen a usufructuar de lo que brinda el hogar, donde otras personas se han encargado de que todo esté bien: limpio, ordenado y la cena a disposición.

¿Se esperan los unos a los otros para cenar en común? ¿Cada cual se sirve lo que le parece suficiente y busca donde cenar, sin compañía, tal vez completando sus tareas, viendo su programa de televisión favorito o escuchando la radioemisora que le fascina?

¿Y si hay niños y jóvenes? ¿Y si hay adultos mayores? ¿Y si hay personas enfermas, impedidas de movilizarse desde su dormitorio?

Hay quienes afirman que las familias se van destruyendo porque no tienen oportunidad de confraternizar.

¿No tienen tiempo o no saber cómo hacerlo?

¿Se lo han cuestionado seriamente?

¿Las iniciativas internas para unir a la familia son debidamente consideradas?

¿Usted es un agente de unión o generador de dispersión en su familia?

¿Está a favor de la unión, fortaleza y felicidad familiar solamente en teoría; pero, en la práctica cómo no las suscita ni las apoya, o lucha por ellas con palabras y acciones como debería?

Decimos no hay tiempo; pero… ¿a las personas le falta tiempo para fraternizar porque no les alcanza o porque no se lo proponen, luchan por ello y lo logran?

¿Sería tan a amble en darme su opinión? (O)