El mal llamado socialismo del siglo 21 puso de moda renombrar calles o lugares públicos por razones políticas o circunstanciales. Parece que eso le gustó al Municipio de Guayaquil que sin motivo aparente cambió hace unos años el nombre del aeropuerto Simón Bolívar por el de José Joaquín de Olmedo. ¡Ahora pretende cambiar el nombre del malecón Simón Bolívar y llamarlo José Joaquín de Olmedo, me parece una barbaridad!

Es evidente que al Municipio no le agrada el nombre del Libertador y eso se siente en ciertos sectores desde hace mucho tiempo. Hace 130 años se construyó la Plaza Bolívar frente a la Catedral de Guayaquil, donde se yergue hasta ahora un monumento ecuestre del Libertador. Sin embargo, al poco tiempo lo llamaron parque Seminario, solo porque Manuel Suárez Seminario, un ilustre empresario de la época, financió su reconstrucción; ya mismo lo bautizan como parque de Las Iguanas porque casi nadie recuerda quién fue Seminario y los turistas reconocen al parque con dicho nombre. Los nombres de las calles y los monumentos deberían ser dignos de respeto. De no ser así, cuando termine esta administración municipal y venga otra que piense y actúe diferente, tendrá el mismo derecho a renombrar, por ejemplo, la avenida León Febres-Cordero o cualquier otra cuyo nombre no les agrade. Solo una consulta popular debería permitir cambiar el nombre de las calles, las plazas o los monumentos importantes. Si nos consultaran a los guayaquileños sobre el cambio de nombre del malecón, seguro que una gran mayoría no estaría de acuerdo. Ni el propio Olmedo lo estaría. Su obra magna es precisamente el Canto a Bolívar, un poema extenso donde Olmedo destaca el liderazgo del Libertador de una manera reverente. Tampoco hay razones para creer que Bolívar no haya querido a los guayaquileños o no merezca nuestro reconocimiento. Por el contrario, en su carta a Santander, fechada en Pativilca el 7 de enero de 1824, se expresó con elogios, de los guayaquileños. El hecho de que ahora unos pocos políticos mafiosos estén usufructuando la imagen y la espada de Bolívar, no significa que merezca nuestro rechazo. Sin desmerecer a Olmedo, la obra de Bolívar rebasó lo imaginable. Cuando anexionó Guayaquil a Colombia, Olmedo se molestó y se fue al Perú. Luego pidió auxilio a Bolívar al estar en riesgo la libertad del Perú. Bolívar triunfó en Junín, y Olmedo, por gratitud, escribió el Canto a Bolívar. Esa misma gratitud no la tienen ahora unos cuantos guayaquileños.(O)

Carlos Luis Hernández Bravo,

ingeniero civil, avenida Samborondón