¡Llegó la época de la Navidad, la más bonita del año! Hagamos una tregua, dejémonos llevar por los buenos sentimientos, tratemos de no pensar ni hablar de política, de economía, de crisis, solo por este tiempo.
Es la época del abrazo, de los buenos deseos, del brindis, de recordar las cosas buenas que tiene la vida, porque una vez más va a nacer el Niño Jesús. Recordemos que Él también pasó penurias cuando iba a venir a este mundo. Ninguna Navidad es igual a otra, tal vez en este año ya no esté presente un ser querido porque partió a su viaje sin retorno, pero tendremos otro miembro más en la familia; tal vez hemos atravesado dificultades económicas, enfermedades, desilusiones; a lo mejor tuvimos la visita de un ser querido que vive fuera de la patria, la graduación de un allegado, cosas bonitas y no tan bonitas envuelven nuestras vidas siempre, pero estos pesares ya sabemos que son parte de la vida, hay que sacar enseñanzas positivas de todas ellas.
Qué bonito sería reunirnos con aquel pariente al que no hemos visto en todo el año, con el amigo que a lo mejor nos lastimó con una palabra o un gesto no adecuado, con el hermano que se alejó porque no le gustó un comentario que se hizo con buena intención, con aquella persona que no lleva la política del buen vecino, etcétera.
Es momento de compartir y repartir lo poco o mucho que tenemos con los que menos poseen. ¿Ustedes han visto la cara de felicidad cuando un niño recibe un obsequio? ¡Es algo maravilloso! Así se ha de sentir nuestro hermano Jesús al comprobar que su venida no ha sido en vano, pues él vino envuelto con la bandera de la paz para redimir al género humano, enseñar a perdonar y amar sobre todo a los enemigos. Nosotros pongamos el mejor interés en adornar nuestras casas, en preparar una rica cena, aunque sea con poco presupuesto, usando nuestra imaginación lo podemos hacer, y compartamos todo esto con nuestro prójimo. Rescatemos esas navidades cuando fuimos niños, después de la misa de gallo que era a las 12 de la noche, regresábamos con nuestros padres y presurosos íbamos a dormir porque la ilusión que teníamos era ver al día siguiente qué regalo nos había dejado el Niño Dios, al pie de la cama.(O)
Elvira G. Morla Larrea,
Guayaquil