Decía un sabio político argentino, con buena experiencia en cargos públicos, que cuando te traen el café frío es señal de que se acabó tu poder. En todos los idiomas y culturas hay señales parecidas: el chofer llega con un modelo de auto de gama más baja; el salonero de la subsecretaría se afloja corbata; los guardaespaldas se distraen con sus celulares; los ministros llegan tarde a la reunión; en la reunión de gabinete cuchichean entre ellos; pides un café y te lo traen frío…

La metáfora del café frío debería ser una materia en las escuelas de ciencias políticas: un estudio de las señales de la pérdida de poder, para que las tenga en cuenta todo aquel que alguna vez pasa una temporada mandando en cualquiera de los lugares donde se puede mandar, desde su propia casa hasta la Casa Blanca.

–¿Por qué renunció Evo Morales?

–Porque le trajeron el café frío…

–¿Y cómo es que todavía Nicolás Maduro sigue en el poder?

–Porque todavía le traen el café caliente…

–¿Va a mantenerse Sebastián Piñera en el poder?

–Hasta que le traigan el café frío…

–¿Va a tener éxito el juicio político a Trump?

–No mientras consiga mantener la temperatura del café…

Don Evo hacía todo lo posible para perpetuarse en el poder a como dé lugar (reforma de la Constitución, fraude electoral, no hacer caso a un plebiscito vinculante) y se mantenía sin mayores problemas, pero cuando dio orden a las fuerzas armadas para que repriman las manifestaciones en contra de su ¡cuarto mandato!… le trajeron el café frío.

Don Maduro hace lo mismo que don Evo para mantenerse en el poder y lo consigue sin mayores contratiempos porque sigue mandando en su territorio. Apareció Juan Guaidó encarnando la esperanza de los que quieren que el dictador deje de usar la democracia para atentar contra la democracia, pero no consiguió enfriarle ni medio grado el café a Maduro.

Es que el café a buena temperatura es la señal de que tienes el control del territorio, y cuando viene frío es que se le escapó como el agua entre las manos. Cuando das órdenes y no te dan ni la hora, es hora del último viaje en el helicóptero presidencial…

El control del territorio (o la temperatura del café) es el criterio que usa la diplomacia para reconocer a un gobierno de otro país, sin importar tanto la ideología o el sistema que emplea para controlarlo; en esto da lo mismo que sea Cuba o Suecia, Eritrea o Nueva Zelanda y las razones políticas vienen después de la temperatura del café. Lo explicó en pocas palabras el mismo sabio de la política, también experto en el doble estándar, a quien le pregunté cuál era el criterio para reconocer a un gobierno como el que se había instalado en Bolivia. Me contestó con onda aburrida de tanto decirlo: “es muy sencillo: si son amigos los reconocemos y si no son amigos, no”.

Nuestras democracias tienen los resortes legales para activar la sucesión según como venga la temperatura del café. Quiero decir que un presidente que no consigue que se lo traigan caliente se tiene que ir, entre otras cosas para evitar males mayores a su propio pueblo. Y ojo que con esto no quiero decir que esté ni a favor ni en contra de los que le llevaron el café frío a Evo Morales en Bolivia, ni de los que andan queriendo enfriar el café a los presidentes del Ecuador, Venezuela, Chile o Colombia. Solo estoy hablando del juego del poder en pleno siglo XXI, que es igual al de la época de Nabucodonosor, Pericles, Julio César, Winston Churchill o Donald Trump… (O)