Nuestro invitado

Dicen que los hombres somos de Marte y las mujeres son de Venus… y sí, somos diferentes, pero también complementarios… Pero hay algo cierto, las mujeres son grandes emprendedoras, dueñas de una paciencia y una perseverancia dignas de imitar. Según el más reciente informe Global Entrepreneur Monitor (GEM), en los últimos dos años la actividad emprendedora femenina ha aumentado un diez por ciento en todo el mundo. De esta manera la brecha de género en lo que a emprendedores se refiere se ha estrechado un cinco por ciento a nivel mundial.

Pero hay ciertos factores que, en ocasiones, impiden que un emprendimiento realizado por una mujer llegue a feliz realización. Uno de los más frecuentes es el no permitirse correr riesgos o asumirlos menos que sus colegas varones. Según un estudio realizado por el Journal of Entrepreneurship & Organisation Management, las mujeres suelen ser más cautas en sus emprendimientos. Lo cual no es un defecto en sí mismo, pero muchas veces terminan perjudicándolas.

Leía un artículo de Harvard Business Review en el que también mencionaban esto del riesgo. Y en él se señalaba la importancia de sentirse cómoda con la posibilidad de fracasar. No se trata de poner todos los huevos en una sola canasta, pero sí de diseñar un plan de acción de riesgos calculados.

Hay otro factor, y el origen de este es algo cultural y dañino que ha marcado la vida de las mujeres por siglos: el machismo. Se trata de la falta de seguridad. Aunque no es lo correcto, todavía en la actualidad, las mujeres están poco representadas en casi todos los niveles, y en la mayoría de las industrias, por las empresas de todo el mundo.

Ser minoría no debería ser un problema, sino más bien la plataforma desde la cual una mujer debería alcanzar, con su emprendimiento, la altura que estas ambicionen. Convertirse en referentes, ser inspiración para quienes vienen detrás.

Además, las mujeres tienen un arma secreta de la que los varones carecemos: una desarrollada intuición. Y eso hace que estén un paso adelante, se proyecten y lleguen a sus metas con éxito. No podemos desmerecer ese poder.

Pero hay algo más. No ser tan unidas es perjudicial para sus negocios y sus vidas. Según la Teoría de las Comparaciones, de Festinger, la mujer sufre más esta tendencia a la constante comparación. Compararse con los demás, especialmente con otras mujeres, daña la capacidad del emprendedor para formar y mantener relaciones con su entorno; y, en el caso de los emprendimientos, las relaciones comerciales con proveedores, colegas, colaboradores, etcétera. Además que se debilita la autoestima, al final también el negocio.

Pero hay formas de contrarrestar lo que no es tan positivo y transformarlo. En mi opinión personal el mundo es de las mujeres. Ellas lo mueven con su gestión, con su emprendimiento. (O)

 

* Analista financiero