Un contrafáctico o contrafactual es una situación que no sucedió, pero que, dentro de las circunstancias que estuvieron presentes, pudo haber ocurrido. Disciplinas como la economía y la ciencia política utilizan este recurso para profundizar en los hechos analizados y para encontrar la lógica de los acontecimientos. Generalmente inician con la pregunta sobre lo que habría sucedido si las personas involucradas hubieran tomado decisiones diferentes a las que en efecto escogieron. Es posible pensar, por ejemplo, en el curso que habría tomado nuestra historia si Alfaro no hubiera acudido al llamado de su sobrino Flavio y del general Montero para que encabezara la aventura que produjo la mayor matanza de la historia nacional y que le costó la vida. Sucesos posteriores, como la Juliana, posiblemente no constarían en los libros escolares y quién sabe si el país se habría salvado de las múltiples dictaduras y gobiernos frágiles que vinieron después.

Una idea de este tipo, un contrafactual, está en el origen de Tiempos recios, la más reciente novela de Mario Vargas Llosa. El tema central es el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, orquestado por la United Fruit y la CIA, que frustró el despertar democrático de ese país y de sus vecinos centroamericanos y caribeños. El autor se ciñe a los hechos, no construye un curso diferente al que realmente tuvieron, pero destaca desde el inicio –en una introducción que es claramente ensayística y no novelística– que todos los acontecimientos se construyeron sobre una gran mentira. El fantasma del comunismo sirvió para construir un relato que fue torpemente aceptado por el propio gobierno norteamericano, los medios de comunicación, las élites políticas de los respectivos países y la opinión pública en general. Si esa mentira hubiera sido tratada como tal, si no se la hubiera convertido en una verdad (fake news se diría ahora) repetida hasta el cansancio, dice Vargas Llosa, la historia latinoamericana habría tomado un rumbo muy diferente.

En el epílogo y en varias entrevistas, el autor sostiene que la aceptación de esa mentira explica el derrotero que tomó el proceso cubano encabezado por Fidel Castro. La obturación de la apertura democrática por parte de actores tan poderosos habría llevado al dirigente cubano a cambiar su objetivo original y a buscar un socio con el poder suficiente y necesario para evitar el fracaso. La frustración de la naciente democracia, hecha en nombre de la misma democracia, explicaría no solamente la opción cubana por el modelo autoritario, sino también la posterior saga de violencia que vivió Centroamérica. El contrafáctico consiste en preguntarse por lo que habría pasado si no se hubiera acatado irresponsablemente esa mentira.

Más allá de su valor literario, que vuelve a colocarle al autor en el lugar que le valió el premio Nobel –y que borra el mal recuerdo que dejó su anterior novela Cinco esquinas–, esta tiene el valor adicional del testimonio histórico y de la reflexión sobre la política latinoamericana. Es el Vargas Llosa de La fiesta del chivo y de Conversación en la catedral.

(O)