Impresiona ver en Santiago de Chile una manifestación de más de un millón de personas; para muchos, la manifestación más grande de la historia, siendo el punto más alto de unas jornadas de protestas que se iniciaron con la subida al costo del metro, para pasar luego a convertirse en un estallido social que retumba los cimientos del que se creía era el oasis en Latinoamérica, dicho así incluso por el propio presidente Piñera.

Uno de los himnos de esa protesta ha sido una vieja canción de los años 80 El baile de los que sobran, del grupo Los Prisioneros, del álbum Pateando piedras, clásico de la música chilena escrita como rechazo a la desigualdad social en la época de la dictadura de Pinochet, en especial las distancias enormes entre la educación pública y privada que desembocaba en que jóvenes de la clase social baja al terminar el colegio se daban cuenta de que sus oportunidades de trabajo y de acceso a educación superior eran escasas.

Oías los consejos 
Los ojos en el profesor 
Había tanto sol 
Sobre las cabezas 
Y no fue tan verdad, porque esos juegos al final 
Terminaron para otros con laureles y futuro 
Y dejaron a mis amigos pateando piedras.

A otros le enseñaron 
Secretos que a ti no 
A otros dieron de verdad esa cosa llamada educación 
Ellos pedían esfuerzo ellos pedían dedicación 
Y para qué 
Para terminar bailando y pateando piedras. 

(Letra y música Jorge González. 1986).

Pasaron décadas y sigue el llamado a unirse al baile a “los que sobran”. Se refiere a todos los grupos pertenecientes a la sociedad que de una u otra manera están sufriendo desigualdades o discriminaciones, sean estudiantes, trabajadores, clase baja y media, mujeres y hombres, grupos vulnerables, los que no ven futuro, los jubilados, los transportistas, los pueblos y nacionalidades indígenas, etcétera. Todos en algún momento hemos sido parte de los que “sobran” cuando decisiones gubernamentales han afectado gravemente nuestra vida o cuando sentimos que el Estado aplasta nuestro futuro.

Las protestas en Perú, Ecuador y Chile tienen un mismo eje temático en los pedidos: precios de transporte y combustibles racionales; mejor e igualitaria educación y salud pública; mejores pensiones; menos impuestos y cargas para los ciudadanos; reducción del tamaño del Estado. Todas las marchas se han activado por desacertadas decisiones estatales para financiar la farra estatal y el enorme aparato público. La democracia admite el derecho a la protesta y resistencia como mecanismos idóneos para la participación ciudadana en la vida estatal y abrió nuevos espacios en casi todas las instituciones para que los ciudadanos puedan expresar sus posiciones incluso en la elaboración de leyes; y si alguien quiere plasmar un cambio más profundo, puede por supuesto participar en las elecciones, y si gana, ejecutar su plan.

El vandalismo, el secuestro, la destrucción del bien público y privado, la paralización de la vida ajena, el desafío a la autoridad, la toma de pozos petroleros, etcétera, no son mecanismos admitidos en democracia; y si los cambios suceden bajo esos medios, el “baile de los que sobran” será el de todos. (O)