El Decreto 883 eliminaba el subsidio a los combustibles, encareciendo la vida sobre todo de los más pobres. Impensada una pasiva aceptación en un pueblo furioso por la corrupción, en un país con arcas fiscales vacías, mala seguridad social y ciudadana, desempleo. Se debieron buscar fórmulas sin golpear familias que viven del mínimo salario, pero el FMI impone “recetas” sin piedad. La marcha no fue “arrebato de indios ignorantes” como dicen unos, sino justas demandas del pueblo cansado de muchos políticos y sus malos manejos que han frenado el desarrollo de un Estado llamado intercultural, plurinacional, inclusivo; pero en realidad dividido, intolerante, clasista, racista. Los indígenas tienen derecho a protestar, así como otros sectores afectados exigiendo recuperar lo robado y no condonar impuestos, para luego pasarles la factura del descalabro económico.

Vergonzosa esa fuerza pública incapaz de parar delincuentes, pero reprime brutalmente a quien reclama sus derechos; esas bombas de gas en universidades de acogida, el ágora de la Casa de la Cultura, cerca de hospitales, lugares con niños, mujeres, ancianos; esos infiltrados y vandálicos que agreden a periodistas, destrozan patrimonio histórico cultural, saquean negocios; los comerciantes que especulan; los discursos regionalistas que causan más división, generan odio étnico al tildar de vándalos a los indígenas. “Toda la propaganda de guerra, todos los gritos y mentiras y odio provienen invariablemente de gente que no está peleando”, dice George Orwell; vimos mucho de aquello.

¿Por qué hubo más información de los hechos en redes sociales que en los medios nacionales?, ¿por qué el cerco mediático en un país colapsado, con Quito convertido en campo de batalla y gente siendo reprimida con saña?, ¿los asambleístas estuvieron a la altura del cargo?, ¿los ministros manejaron bien la crisis?, ¿por qué con los choferes se negoció más rápido y con los indígenas se demoraron?, ¿el presidente Lenín Moreno estará mal asesorado?, pregunta la gente. Se habla de instrumentalización; Nicolás Maduro y Rafael Correa atizando fuego desestabilizador, lo que debe investigarse.

El movimiento indígena obligó al presidente Lenín Moreno a promulgar el Decreto 894 que deroga el 883. Deberá buscar otras fórmulas para obtener recursos y terminar su periodo sin más convulsión. Difícil panorama para él y el próximo huésped de Carondelet que puede encontrar una deuda mayor y más grupos sociales empoderados. El estallido es producto de una crisis institucional progresiva, una corrupción sistemática de años.

Bienvenida la paz; ojalá duradera. Los indígenas defendieron los derechos de muchos en esas calles llenas de historia, resistencia, solidaridad, como de la Universidad Politécnica Salesiana, la Católica, la Central, jugando un papel digno de imitar. Por eso hoy, digan lo que digan, para los pobres, obreros, estudiantes, campesinos, esos hombres y mujeres del páramo con sus guaguas en la espalda constituyen su única reserva moral. (O)