En la conversación de panas entre Rafael Correa y Nicolás Maduro, en el canal del pana Putin, Correa le cuestiona a su amigo por mantener por el suelo los precios de los combustibles. En su condición de economista, que es algo que repite varias veces, le sugiere ajustar esos precios a la realidad económica. Pocos días después, en las redes sociales, el mismo cuestionador incita a sus fanáticos a calentar las calles en contra del Gobierno que tomó la medida que él recomienda. Sumisos acatadores de órdenes, los convocados salieron, no para pedir que se derogue la medida, sino para exigir el fin del gobierno. Previamente y con las disculpas del caso, se había mostrado sorprendido por la permanencia del modelo rentista, basado en la exportación petrolera, como que no fuera esa la viga que tapa sus propios ojos. Mantener el subsidio a los combustibles es muy fácil y rentable políticamente cuando el dinero fluye a chorros sin que uno haga nada. En esas condiciones, no hay que preocuparse por cambiar el modelo rentista. Y así pueden pasar, como en efecto pasaron, diez años con bolsillos llenos y goteo hacia una sociedad acostumbrada a recibir zanahoria y palo.

Pero esa comodidad terminó cuando cambiaron las condiciones del mercado mundial. Para cargar con la culpa están los malos de siempre, como reiteran los panas en su conversatorio (así lo denomina el que hace de entrevistador). Pero la realidad es una profesora que logra que la letra entre, aunque sea con sangre, excepto obviamente en las cabezas de adobe. Si no fuera por la esquizofrenia que se justifica con ideología, entenderían que en este tema había un solo camino. Este o cualquier otro gobernante tenía que acabar con el subsidio a los combustibles. Era uno de los lastres que había que soltar para obtener resultados positivos en el conjunto de la economía. Sorprenderse ahora porque se mantenga el modelo rentista en Venezuela y protestar por una medida que tiende a debilitarlo en Ecuador, puede ser, en el mejor de los casos, una muestra de esa esquizofrenia (o de la doble moral, que es el término que le encanta al personaje). Pero, en el peor de los casos, es el pretexto ideal para la desestabilización.

Ese es el punto central. Desde las semanas previas al anuncio de las medidas y sin conocer el contenido de estas, los pocos correístas que aún no están encarcelados o fugados anunciaron lo que se venía. Predijeron el incremento del IVA, despidos masivos y todos los castigos infernales que podían crear el pánico. Las decisiones del Gobierno parecen tibias frente a esos augurios. Pero fueron suficientes para provocar el caos. Lograron medir su fuerza en la calle, ese espacio que clausuraron y criminalizaron cuando gobernaban. Mientras tanto, tan esquizofrénicos como ellos, el resto de políticos les hicieron coro, sin entender que estas medidas son un paso para contar con la mesa servida. Esquizofrénicos como los otros, no entienden que en el lodo solo se pescan renacuajos y felices sobreviven sapos y escorpiones.

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