Nuestro invitado

El deporte siendo un espectáculo de masas y como elemento de sociabilidad es utilizado por la política como una poderosa y eficiente herramienta para distraer a la gente, al ciudadano común, de sus principales problemas y angustias. Ya los romanos lo entendieron muy bien con aquello del ‘panem et circenses’, que no es otra cosa que ofrecer entretenimiento y espectáculo a un cándido pueblo para que –conforme lo describe Rodrigo Borja– ‘sus ojos no se posen en sus miserables calidades de vida ni en la corrupción o errores de sus gobernantes’.

Así, el presidente Lenín Moreno, que registra un paupérrimo nivel de aceptación dentro de la población, ya en términos de aprobación de la gestión de gobierno y de credibilidad en su palabra, ahora lanza, de repente, la propuesta de organizar en el año 2030, conjuntamente con Perú y Colombia, el Mundial de fútbol (de varones), uno de los eventos deportivos de mayor impacto en el planeta (valga la distinción ya que la FIFA Women’s World Cup deja en evidencia la discriminación de género expresada en limitada cobertura mediática, salarios y condiciones de trabajo menos favorables para las futbolistas por el hecho de ser mujeres).

Más allá de esta especie de globo de ensayo (un poco desinflado), propio de nuestra política, hay una realidad tangible que supera hasta los buenos deseos o intenciones que pudieran existir detrás de esta declaración presidencial. Lo cierto es que organizar una copa mundial de la FIFA representa cifras astronómicas. Por ejemplo, para Rusia 2018, USD 14 mil millones; Brasil 2014, USD 13,6 mil millones. México, para la copa 2026 que organizará conjuntamente con Estados Unidos y Canadá, se estima invierta por sobre los USD 6,6 mil millones. Entonces, en general, nos referimos a la necesidad de contar con ingentes recursos, inclusive para los países más ricos que ya disponen de una importante infraestructura deportiva, vial, de transporte y comunicaciones, hotelera, etc. No se diga en el caso de los estados en vías de desarrollo, donde aún hay mucho por hacer, como es el caso del Ecuador, cuya golpeada economía está llena de sobresaltos y sobrevive apenas a fuerza de contratar créditos.

Pero tal parece que al morenismo no le intimidan los desafíos de este calibre. La secretaria del Deporte, Andrea Sotomayor, según ha trascendido, hasta se arriesga en cuantificar en USD 4 mil millones (¿?) el monto de la inversión requerida para el Mundial 2030.

Es más, para el primer mandatario eso no sería un obstáculo. Desde ya se piensa en organizar una cita deportiva bastante modesta. Se plantea un mundial imaginativo y creativo a falta de recursos. A todo esto se suma el anuncio de crear un millar de canchas de fútbol en el país y con base en el juego limpio cultivar valores y formar a las futuras figuras del seleccionado nacional. Empero, no se dice nada sobre el presupuesto requerido para mantener en el tiempo (10 años) a una iniciativa que trasciende la obra física que representa el construir las canchas deportivas. La masificación del deporte y el alto rendimiento demandan de presupuesto y no solamente de buena voluntad o discursos vacíos.

Dejemos de una vez el pan y circo… (O)

*Economista.