Murray Rothbard en su libro El hombre, la economía y el Estado empieza diciendo que la razón por la que tomamos acciones es un intento de conseguir condiciones más satisfactorias de las que habrían sido sin la intervención de la acción. Explica que el hombre actúa porque el futuro es incierto. Si el hombre conociera los eventos futuros, nunca actuaría, porque ningún acto suyo podría cambiar la situación o lograr condiciones más satisfactorias.

Hoy, hablar del futuro es hablar de un momento en el tiempo muy cercano. Quizá en generaciones anteriores pensar que se podría recibir una clase de un profesional argentino en el aula de una universidad española, a través de un holograma, sonaba absurdamente lejano. Hoy esto es una forma de innovación educativa y sucede. La tecnología es responsable de que sucedan un sinnúmero de situaciones que antes las veíamos remotas o imposibles.

Sin embargo, muchos gobiernos se dedican justamente a tratar de controlar los eventos futuros con criterios presentes (y muchas veces del pasado). Y lo hacen, normalmente, a la mitad de la ola cuando su intervención no solo que destruye la innovación, sino que envía señales confusas al mercado, ciudadanos y capitales.

Los usuarios de taxis ya no están dispuestos a aguantar calor, tarifas regateadas o la aceptación de pago “solo si hay sueltos”. Se innova. Entonces se propone una ley que los proteja de su propia elección de comodidad y seguridad y les impida semejante atrevimiento. Los turistas están prefiriendo alquilar un departamento por razones de ubicación, precio o conveniencia. Se innova. Entonces se propone una ley para protegerlos de su elección.

La semana pasada se conoció en Quito a los ganadores de los e-Commerce Awards 2019, organizado por el Instituto Latinoamericano de Comercio Electrónico para promover el desarrollo de la economía digital en Ecuador y la región. Se premió a las mejores iniciativas de negocios vía internet. Durante la ceremonia quedó probado que Ecuador ha sido uno de los países que más ha crecido en su oferta de comercio digital, y que ha llegado a un importante grado de madurez en esta industria, llegando incluso a exportar servicios y ser contratados por empresas internacionales.

Sin embargo, esta nueva forma de hacer negocios se ha encontrado con una serie de trabas por parte del Gobierno que busca protegernos de la incertidumbre del futuro. No importa si con ello se sacrifica el uso de la tecnología para satisfacer necesidades y facilitar la vida de los usuarios, se generan nuevas oportunidades de creación de riqueza y de empleo y, sobre todo, se aumenta la productividad del empleado ecuatoriano, que por la falta de competitividad lo requiere con urgencia.

Si los políticos tuvieran la bola de cristal y pudieran ver que los consumidores se verían perjudicados por el uso de la tecnología, quizás se pudiera justificar tanta regulación. Dado que no la tienen, el rol del Estado no debería ser el de regular y entorpecer el futuro. Las leyes y regulaciones deben procurar crear las condiciones para el ingenio y la innovación con el fin de que los ciudadanos puedan beneficiarse de la misma, tanto como usuarios o como emprendedores.

Regular la tecnología es regular el futuro. (O)