Son muchas las iniciativas que han emprendido las Naciones Unidas para promover el desarrollo de los pueblos en su permanente lucha contra la pobreza, una de ellas de poca trascendencia y desconocida en el medio ecuatoriano, es la llamada Cooperación Sur-Sur, adoptada en Nairobi, Kenia, el 22 de diciembre de 2009, que da forma a una posición de varios países del sur del planeta y otros, tanto emergentes como de bajos ingresos o menos adelantados, para estimular el trabajo conjunto y uso de recursos tangibles e intangibles para alcanzar el desarrollo nacional y regional.
Dentro de esos planes se inscribe el aliado proyecto de Brasil con Perú para lograr un incremento sustancial del cultivo de algodón, noble fibra que mueve el interés de más de 350 millones de personas en el mundo, involucrados en distintas labores que abarca la cadena productiva, siendo una valiosa alternativa hacia la superación de la pobreza rural, recomendado para zonas deprimidas, mientras que en lo económico se encuentra en la nómina de los 20 productos con mayor prestancia en el mercado agropecuario del orbe.
Según información internacional, a esta loable intención se han sumado en calidad de socios seis países: Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y Paraguay, bajo los auspicios de la FAO y de la Agencia Brasileña de Cooperación, noticia que alienta la prensa extranjera, desconocida totalmente por la población ecuatoriana. Se tiene claro que el algodón integra no solo lo productivo, sino que constituye toda una cadena de transformación, agregación de valor, comercio y consumo.
Otrora la siembra del “oro blanco” representó para Ecuador un gran rubro de mucha trascendencia económica y social, a la que entusiastamente se dedicaban miles de ecuatorianos de diversas zonas del país, con gran énfasis en varios cantones de las provincias de Manabí y en Guayas como Pedro Carbo, reconocida como la Capital Algodonera, actividad que perdió rentabilidad por bajos precios y rendimientos, terminando en el abandono de sus protagonistas, empujando a las industrias a recurrir a importaciones, con merma de varios millones de dólares, que aún persiste.
El Ministerio del ramo debe fomentar la real y concertada institucionalización de la cadena productiva del algodón, fibra natural de gran demanda nacional y mundial, con un núcleo organizador liderado por su eslabón más fuerte, la acreditada industria textil, que incluya la provisión de semillas mejoradas, en que conste la fibra larga, tarea para un Iniap que tiene que renacer a la entrega de material registrado adquirido por empresas privadas calificadas que preparen la certificada; que no falte el crédito suficiente y oportuno del ahora BanEcuador; asistencia técnica permanente a cargo de una legión de ingenieros agrónomos, muchos sin ocupación alguna; que las reactivadas desmotadoras absorban la totalidad de las cosechas hacia el abastecimiento de grupos textileros, reduciendo importaciones, aprovechando además el aceite de su pródiga simiente.
Si así se procede, seremos testigos del renacimiento de fértiles campiñas, distinguidas por el blanco níveo de bellotas algodoneras abiertas al sol radiante de nuestro ecuatorial territorio, marco maravilloso de satisfechos campesinos.(O)