Nuestro invitado

El tema del emprendimiento se parece mucho a la vida. Es un ir y venir constante, con días o momentos buenos, malos y pésimos. Pero, tanto en la vida como en el emprendimiento lo importante es lo aprendido.

Ninguno de los magnates mundiales, emprendedores por excelencia, lograron el éxito al primer intento. Todos, y cito a Steve Jobs como ejemplo, supieron qué era fracasar y qué era perder todo por lo que habían luchado.

Pero es posible que ni Jobs ni la mayoría de emprendedores se hayan detenido a pensar en la posibilidad de que su proyecto fracase. Hay que ser valientes y seguir a pesar de las opiniones de los otros. Estuve hojeando un libro interesante: El poder transformador del fracaso, que contiene una cita que describe la realidad: “El drama no se encuentra en no alcanzar el éxito, sino en la estigmatización social al fracaso”.

Superado el peso social, hay que ver hacia el lado correcto y saber que el fracaso incluye aprendizajes.

En la mayoría de los casos, el emprendedor luego de superar el mal trago y pagar las deudas que quedaron, decide hacerlo de nuevo. Lo aconsejable, casi siempre, es hacerlo solo, sin socios, con las responsabilidades asumidas como cuenta propia. Posiblemente cuando una persona fracasa por primera vez no tenía mucha idea del negocio y es un aprendizaje diario contra el tiempo y bajo presión. El segundo intento de emprendimiento es parecido a lo que pasa cuando se tiene un segundo hijo: hay cosas que ya sabemos hacer y ya no nos asustan tanto. Además, se aprende que con fracaso o sin él, la vida sigue.

Thomas Edison es la fiel muestra de cómo el que persevera y tiene convicción en sus ideas nunca debe descansar hasta verlas materializadas. Este inventor y emprendedor no fracasó solo una y cien veces. Nadie podrá saber cuántos intentos hizo antes de obtener, finalmente, la bombilla eléctrica que cambió la vida del mundo.

En el caso de Jobs, este inició su compañía en el garaje de su casa y para crear el imperio tecnológico que es Apple tuvo que sobreponerse a muchos fracasos que se presentaron a lo largo de su carrera. Por ejemplo, el Apple III, tuvo problemas de calidad, ya que se recalentaba excesivamente y terminó siendo un gran fracaso. Más tarde (en 1984) se intentó la creación de la cámara digital. Pero nunca resultó atractiva para los consumidores, ya que solo tenía una capacidad de ocho fotos. Y también se intentó comercializar el Mac G4 Cube, pero fue lanzado con un costo muy elevado para la capacidad adquisitiva de sus consumidores y no tenía monitor. ¡Un fracaso!

Pero Apple siguió y siguió. Eso de que “el que persevera alcanza” sí es verdad. Ninguno de nosotros conoce el final de una película hasta verla con nuestros propios ojos. Como dice un dicho popular: “Nada termina hasta que realmente termina”. (O)