Da inmensa pena que la ciudad se marginalice solita en las decenas y quizás cientos de ciudadelas privadas cerradas, donde da pereza entrar para visitar a alguien y da pereza salir, solución triste por la inseguridad ecuatoriana que comenzó a eclosionar en los años ochenta.
Bien los municipios deberían contrarrestar estas lamentables opciones, mediante la construcción de nuevos y grandes parques, cuando la ciudad se ha venido desbordando de edificios en ciertas zonas, sobre todo del norte. Por las avenidas Juan Tanca Marengo y Joaquín Orrantia (por donde existe un centro comercial) y la Jaime Roldós y J. Tanca Marengo, se tomaron espacios abiertos para la construcción de nuevos edificios, apretando más la zona. En la Tanca Marengo, junto a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guayaquil y al frente de la avenida Francisco de Orellana, donde se va a construir otro edificio, existen inmensos terrenos donde bien pudiera haber parques para oxigenar no solo con árboles sino con áreas abiertas a estas zonas muy abarrotadas; si no, el destino será triste; lo que acontece en la vía a Samborondón donde solo se suceden las ciudadelas cerradas –a donde no interesa ir–, y se observan los mismos centros comerciales con los mismos locales; aburrido, sin parque alguno donde la gente pueda ir a caminar, a excepción del Parque Histórico, el cual tampoco da mucho que ofrecer para trotar.(O)
Roberto F. Castro Vizueta,
abogado, Guayaquil









