Es probable que el lector haya visto en televisión a José Hidalgo Pallares, un destacado economista, director de la corporación Cordes, entrevistado sobre la balanza de pagos, el déficit presupuestario y otros temas de su especialidad. Sucede que este joven experto es un escritor en serio, que tiene a su haber ya cuatro libros de narrativa que han merecido premios y menciones. La literatura no es su hobby ni su side bussines, es su otra profesión, su otro destino. La semana anterior lanzó un quinto volumen, es de cuentos, El manual de la derrota.

Las historias narradas en tal Manual parecen desarrollarse en Ecuador y concretamente en Quito. Sus personajes son gente de clase media y alta que arrastran vidas sometidas a feroces presiones sociales y económicas. Más que “de la derrota”, el título debería ser “del miedo”, pues gracias a hábiles recursos narrativos se percibe a través de la narración una sociedad atenazada por el pavor y la inseguridad. No solo se refiere a la amenaza, por cierto consignada, de la delincuencia, sino a la posibilidad del desempleo, del descenso social, al “extravío” de los hijos... además, viviendo estos tiempos, muestra ese peligro indirecto pero odioso de la corrupción. Por supuesto que la mayor parte de estos temas tocan la cuestión del fracaso y la derrota, pero estos son solo aspectos de los riesgos que se ciernen sobre los protagonistas. Generación tras generación flotan en el vacío de una sociedad que no solo perdió la religiosidad, sino que además, tras deshacerse de ella, ha sido incapaz de establecer un código de valores autónomo. No tienen una moral que funcione con base en un vigoroso consenso, sin necesidad de recurrir a la normativa legal y al poder del Estado. Leyes y gobiernos solo deberían ser el recurso de última instancia para resolver las transgresiones morales, pero vivimos en un territorio en el que el único orden posible parece el impuesto a toletazos y nos hemos acostumbrado, y hasta creo que nos gusta. De allí ese pedido diario de muchos sectores de más y más leyes con las que creemos que vamos a enderezar la realidad.

Tras la lectura creo entender el misterio de este economista literato y me parece que su combinación está llena de sentido. Sin duda, la economía es de los estudios sociales la que más se ha consolidado como ciencia, tanto por su capacidad de mensurar sus variables, como por la posibilidad relativa de comparar sus asertos con “la realidad”. Sin embargo, justamente alguien que conoce muy bien estas destrezas, pero que tiene una sensibilidad más aguda, se da cuenta de que los factores económicos solo interpretan muy parcialmente la condición humana, y que hay vastos campos de la experiencia de mujeres y hombres que no se explican de manera econométrica. Y las otras ciencias sociales mucho menos proporcionan respuestas. Es entonces que debemos recurrir a la literatura como herramienta de interpretación metacientífica, capaz de explicar lo inexplicable. Así, este Manual describe esta sociedad mejor que cualquier texto cientista. (O)