Planteo como tesis que una de las corrientes con mayor sustentación filosófica y práctica en la actualidad, por su conexión con la vida y el objetivo de preservarla, es una renovada versión conservadora. Porque el plástico se impone a la vida minando cadenas alimenticias en mares, ríos y en todo el planeta. Porque constantemente, de manera implacable, especies de insectos, aves y animales se extinguen. Porque los fenómenos derivados del calentamiento global son más dramáticos, in crescendo. Porque el deterioro de la naturaleza y el peligro de extinción global se presenta diariamente como una posibilidad cada vez más cierta. Porque estas manifestaciones de deterioro están atadas en gran medida a la aplicación arrolladora de la tecnociencia, que produce en el ámbito de la economía y del mercado –que incide poderosamente en los otros– hiperconsumismo que genera a su vez conductas egoístas extremas.
Porque el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que no requiere de orientación moral, ha permitido grandes beneficios para la humanidad, pero también la ha condicionado y transformado a tal punto que corremos el riesgo de perder nuestra identidad y también la esencia de la naturaleza, relacionadas –las dos– con la evolución y la creación, sin la intervención del hombre. Estos procesos vitales, hasta nuestra época, fueron objeto de análisis externo para comprenderlos y explicarlos. Hoy, el panorama es otro –resultado del camino recorrido por la humanidad– en el que la ciencia y la tecnología juegan el rol de creadores de formas de vida mutantes, carentes de juicio moral, que probablemente podrían terminar con las aún vigentes… las naturales.
El paradigma de la razón como referente máximo de la humanidad se cae, porque sin la intervención de otros elementos de la condición humana, como la espiritualidad, es sinónimo de desolación, destrucción e incertidumbre de cara a un futuro ya controlado por la frialdad de algoritmos y de inteligencia artificial. Podemos aplicar lo dicho al análisis de algunos criterios contemporáneos frente a la vida en los cuales, para muchos, el argumento científico es determinante en la deliberación sobre lo correcto o incorrecto, cuando en esos casos, como en todos, es indispensable que la ética forme parte activa del debate y de la decisión. Desde este aporte, el moral, se llega a la posibilidad y en muchas ocasiones a la necesidad de conservar y no avanzar, porque no siempre es buena la ruptura ni lo son los nuevos senderos.
Para que la irremplazable vida natural se mantenga, es necesario en muchos casos que la humanidad se detenga y vuelva por los fueros de la sensatez tradicional. Muchos pensadores y escritores así lo proponen. Es el aporte del filósofo alemán Hans Jonas con su obra El principio de responsabilidad, del escritor argentino Ernesto Sábato con Resistencia y del británico Tolkien con El señor de los anillos. Muchos individuos lo hacen cuando apuestan por sus familias y el candor de vidas simples y profundas. Algunas organizaciones y gobiernos son claros al respecto cuando priorizan determinados aspectos que apuntan al bienestar colectivo y a su sostenibilidad, por sobre indicadores financieros aislados, contribuyendo así con la conservación del esplendor de la vida. (O)