Querido Lenín: Empiezas tu tercer año como presidente y aquí estoy escribiéndote de nuevo, ya me conoces las dudas que tengo siempre son más que las certezas.
¿Te acuerdas de que hace un año te pregunté por qué mandaste esa dudosa terna para la Vicepresidencia? No me equivoqué, como a perro en misa le fue a la chica Vicuña, no solo tenía a la mitad de su familia en cargos públicos, sino que además sus indelicadezas la dejaron sin piso. Tu actual Vice demuestra ser decente, sigo confiando en él.
Me alegro mucho de que la libertad de prensa se siga consolidando, que los espacios ya no estén secuestrados por el Gobierno; sin embargo, tus discursos sí debes preparar. A veces, querido Lenín, son muy pobres.
Me alegro también de que la lucha contra la corrupción continúe, que no te canses. Un poquito más de cuidado en los aeropuertos y fronteras, y una revisión a los grilletes electrónicos no estarían por demás.
Hablando de fronteras, la triste e injusta muerte de los tres periodistas fue terrible. Supongo que tus ministros de entonces, aquellos que renunciaron a la cansada, llevarán en su conciencia el peso de no haber hecho lo que debían. Fue vergonzosa y cruel la actuación de María Fernanda Espinosa, ministra de Relaciones Exteriores, quien dedicada al palanqueo para alimentar su ego, vio los toros de lejos. Fue también vergonzosa la de Patricio Zambrano, ministro de Defensa, inepto de ineptitud absoluta. Con decirte que el ministro Navas fue el menos malo. Pero lo más bochornoso definitivamente fue que tú premiaras a Zambrano con un cargo diplomático. Eso no se hace, las viejas mañas del correísmo no son dignas de copiar, menos aún cuando el error dejó tanta tristeza.
¿Te acuerdas de las rimas de Becquer? Por relación de ideas se me viene a la mente aquella que dice: Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va? Hablando del país, ¿sabes tú adónde va? Te lo pregunto porque desde acá parece que está a la deriva; empantanado en una crisis del San Flautas; embarazado con tanto trámite absurdo y engorroso; atrapado sin salida, mientras tu gobierno lo conduce a ciegas.
Sabes qué otra cosa me llama la atención, esa fanesca de gabinete. En mis noches de insomnio suelo pensar qué pasará si les toca sentarse juntos a Milton Luna y Pablo Campana, por ejemplo, ¿de qué conversarán? De viajes, de autos, de libros, ¿de qué conversarán?
Finalmente vuelvo a la pregunta de siempre: ¿Por qué sigues manteniendo el Ministerio de Cultura? Los enfermos terminales tiene derecho a morir. Si ya hemos visto que en doce años no ha encontrado la brújula; si las lindeces que están haciendo con el Plan Lector son de dominio público; si, como dice Mariana Andrade, ya sabemos que los “fondos concursables” son “fondos entregables”; si cuando empezaba a tomar forma el proyecto de las Industrias Culturales, no le renovaron el contrato a Andrés Zerega, su principal artífice, porque ¡adió! ¡Se olvidaron de ponerlo en la partida!
Mal andamos, Lenín. (O)