Es cierto, los hijos no vienen con el pan bajo el brazo, pero traen un maletín lleno de cualidades que a las madres nos convierten en panaderas, enfermeras, doctoras, profesoras y en tantas profesionales más como el caso lo requiera.
La fortaleza que tienen las buenas madres es espectacular y parecería salida de la nada, porque por ejemplo muchas antes de ser mamás pueden ser las más dormilonas, pero al nacer su hijo pueden pasarse en vela la noche completa sin quejarse; esto es realmente fantástico y algo que todo hijo debería valorar: la entrega de una madre. El amor infinito, la ternura inagotable, la paciencia interminable, la bondad en su máxima expresión, las largas horas de contemplación a ese ser tan chiquito que duerme plácidamente y que a veces nos asusta porque parece que no respira, todo ello y mucho más hacen de cada mamá el ser más admirable del mundo. Los hijos deberíamos ser más conscientes, más amorosos. No le regalen a sus mamás preocupaciones ni más trabajo, siempre que puedan regálenle tiempo, una salida, una comida fuera de casa y muchos abrazos y besos.
En fin, el sentido figurado del pan bajo el brazo cobra tanta validez y vigencia en cada acción y reacción de una madre. No importa la edad, puede haber juventud o canas, una madre se puede convertir en la más hábil artesana para amasar con dedicación y paciencia el pan que nos alimentará toda una vida: su infinito amor.(O)
Rosalba del Pilar Muñoz Coello,
licenciada en Comunicación; Salitre, Guayas