La prosapia literaria del ecuatoriano Juan Valdano Morejón es indiscutible. Viene de una inagotable inmersión en la literatura de la que ha brotado una lista multifacética de libros que ha confirmado su fiel talante de hombre de letras. En tiempos en que la juventud de los escritores se exhibe como una fortaleza, reparar en personas de larga entrega al mismo trabajo se impone como tarea de justicia.

Autor de cerca de una veintena de títulos entre cuentos, novelas y ensayos, tuvo en el pasado importantes encomiendas culturales, de esas que se combinan con el proyecto creativo que es la piedra angular de las vidas literarias. Y como no puede dejar de presentarse a los autores sin mencionar los premios, ha obtenido algunos muy significativos como el José de la Cuadra, el Joaquín Gallegos Lara y una mención en la primera Bienal de Novela Ecuatoriana que dio a conocer su novela más reconocida Mientras llega el día (1990), que fue a parar a la pantalla de cine con el mismo nombre, bajo la dirección de Camilo Luzuriaga.

Los afanes de Valdano se centran hoy en la Academia Ecuatoriana de la Lengua de la que es su tesorero. ¿Escribe y publica? Sin parar, por eso llego a su nombre por la vía de El tigre y otros relatos, que a mediados del año pasado publicó Editorial Verbum, de Madrid. Esta colección de trece cuentos obedece a un proyecto orgánico, anunciado en una “Advertencia al lector” que se cumple a cabalidad: cruzar la línea del tiempo en un vuelo que arranca de los pases mágicos de un cazador del neolítico hasta una visión futurista de un final apocalíptico. Los puntos que va cruzando el autor son de lo más variados y demuestran una extraordinaria soltura para moverse entre los hilos de la Historia.

Siempre se ha dicho que en el género del cuento nada puede sobrar o faltar, que la carrera que supone leerlos debe hacerse con el justo aliento de una sentada (Poe) y con la certeza de una flecha que da en un blanco (García Márquez). Esto ocurre con –por poner un par de ejemplos– No le digas a nadie, Euriclea, que borda con verdadera filigrana un pasaje de La Odisea, de Homero o Destinos de Teseo, en el que, usando el mito del Minotauro y el laberinto, narra el cautiverio de un caballero cátaro del siglo XIII.

Varios cuentos desarrollan alternancia entre historias del pasado y el presente, desplazan voces narrativas, combinan visiones opuestas y proponen el verdadero meollo de la poesía –en palabra de Aristóteles–, es decir, contar una historia como pudo haber ocurrido en la realidad. Los personajes, a veces ficticios, a veces históricos, se desentumecen de la galería de los recuerdos y cobrar una vida inusitada dentro de la mayor fortaleza de este escritor: crear ambientes que van del detalle arquitectónico hasta el clima anímico que contagia al lector. Esa elocuencia descriptiva llevada por un énfasis que consigue varias veces, triplicando los adjetivos o hallando el único que es necesario, monta un estilo absolutamente propio.

Acaso una de las metas de este libro sea la que profiere el personaje narrador del relato Asedio en la Camarga: “cada uno de nosotros lleva consigo la historia de la humanidad entera”, y por ello es tan fértil en encontrar hechos y situaciones en las cuales nos reconocemos como personas.(O)