Hace pocas semanas un tío muy querido me prestó un libro del que nunca había oído, pero el simple título llamó mi atención: La revolución y nosotros, que la quisimos tanto, de Dany Cohn-Bendit.

En 251 páginas Cohn-Bendit logra recopilar las diferentes conversaciones que tuvo con varios amigos, que de alguna u otra manera, en diferentes países del mundo, formaron parte de revoluciones tanto políticas como sociales. El interés principal de estas entrevistas era comprender si lo que los motivó en ese entonces a ser revolucionarios aún se mantenía encendido. Sorprendentemente para él, muchos de ellos habían superado la rebeldía.

El autor había sido uno de los líderes estudiantiles durante las protestas del conocido Mayo francés o Mayo de 1968, en el que básicamente los jóvenes demandaban un giro hacia el maoísmo como una respuesta a la crueldad política de ese momento, sometida además a hiperliderazgos personalistas. Según ellos, nunca se plantearon la toma del poder sino más bien forzar a que actores como De Gaulle se retiraran del escenario político.

Uno de los puntos más llamativos del libro es cuando el autor se describe como un contestatario del Mayo francés, dado que con el paso de los años había evolucionado, por lo que llegó a convertirse en un actor político que se terminó integrando a la sociedad.

A pesar de que no me sienta identificada con el autor, ni en términos ideológicos, ni en términos vivenciales, una revolución como la del Mayo francés es digna de analizar. Sus líderes llegaron a causar gran conmoción en la sociedad, provocando una transformación a nivel cultural. En parte, esto fue posible porque fue una revolución mediática: todos los medios de comunicación tuvieron algo que decir sobre ella.  A pesar de esto, hasta el propio autor marxista Erick Hobsbawm estableció en una de sus obras que este fue un fracaso político.

En la actualidad el movimiento de Chalecos Amarillos ha demostrado sostenidamente su rechazo al orden político establecido por el presidente francés, Emmanuel Macron. El Gobierno francés, ante el miedo a los desórdenes, decidió ceder a los manifestantes, haciendo un llamado al diálogo nacional y a realizar numerosas reformas de índole fiscal. De hecho, los Chalecos Amarillos han conseguido cambios significativos en las agendas políticas del país a partir de noviembre de 2018 en que iniciaron sus protestas.

Estas manifestaciones no han sido pacíficas ni ordenadas. Es más, se han salido de control. Los comercios de una de las calles principales de París han sido vandalizados, carros incendiados, se han registrado heridos y hasta los monumentos históricos de la ciudad se han visto comprometidos. Este ambiente no crea nada más que miedo para sus ciudadanos y provocará eventualmente que el Gobierno cuestione todas las demandas legítimas de este movimiento.

Revoluciones o caprichos, cambios estructurales o simples desórdenes públicos, coraje o cobardía. Para entender la importancia y magnitud de los cambios sociales y políticos, es importante que aprendamos a llamar a las cosas por sus nombres. (O)