Toda clase de fundamentalismo, sea religioso o ideológico, nos empobrece, nos hace ver solo el un lado de las cosas. La lucha de la mujer por su igualdad, por el derecho sobre su cuerpo y su vida es totalmente legítima; sin embargo, para mi gusto está corriendo el riesgo de perder esta legitimidad y caer en el absurdo de los fundamentalismos, de las posturas extremas que llegan hasta el punto de arruinar nuestro hermoso castellano, en aras de una igualdad mal entendida; que no ven valor alguno en los hombres; y, que imponen una suerte de delirio de persecución donde todo, desde un piropo hasta una sonrisa, se considera acoso.

En Twitter una chica comentaba lo ofendida que se sintió cuando su ginecólogo le dijo algo relativo a su posible maternidad. Entonces yo pensé que si vamos a un médico especialista en el aparato reproductor, no es ofensivo que él mencione la posibilidad de ser madre, no nos está diciendo como usted tiene la mirada inteligente de la vaca solo sirve para tener hijos. No cabe hilar tan fino, eso nos disminuye, y el feminismo no va por ahí.

Tengo dos hijas mujeres a las que creo haber educado para la libertad. Hace poco mi hija Carito nos hizo abuelos y Santi y yo fuimos a ayudarla. Mientras arreglábamos su casa yo encontré algo que ella había escrito y hoy lo comparto con ustedes: “Era la época en que las paredes de Quito empezaron a ensuciarse, a falta de walls en las redes sociales, y definitivamente en menos de 140 caracteres, los grafiteros respondían a la necesidad de expresar lo que sentían, lo que pensaban, lo que vivían. A veces escribían groserías, o siglas, o nombres indescifrables; a veces cosas graciosas; sin embargo, hubo un grafiti que decía Mujer, libérate, orina parada, que yo a mi corta edad trataba de entender, y hoy años más tarde lo entiendo, lo he ‘sentido’ y me ha costado. ¿Por qué para liberarnos debemos adoptar un comportamiento, una pose, un acto puramente masculino? ¿Es que siendo nosotras estamos destinadas a vivir ‘presas’? Creo que a partir de ahí me di cuenta de lo diferentes que somos hombres y mujeres, y cómo mi ciudad, mi país, mi mundo no estaban preparados para respetarnos, por tanto, crear un espacio en el que encontraríamos ese respeto era una tarea diaria. En estos días, más que nunca, vemos mujeres ocupando posiciones que antes estaban destinadas a ser llenadas exclusivamente por hombres, pero ¿a qué precio?, ¿horas de sueño?, ¿un montón de culpas?, ¿instintos y sueños reprimidos? ‘No quiero ser mamá, mi prioridad es mi carrera’, me decía una persona el otro día, no me animé a comentarle que no son excluyentes, pero me quedé helada viendo cómo somos nosotras quienes no ‘nos liberamos’, quienes no asumimos que siendo mujeres, en todos nuestros roles podemos balancear y lograr todo lo que nos proponemos a nuestro modo, como una mujer.”

No necesitamos orinar paradas, necesitamos ser mujeres en toda la extensión de la palabra, abrirnos un espacio en este mundo de hombres, pero con sensatez, con coherencia y respeto.

(O)