Pienso como si estuviera platicando del voraz apetito político, con mi recordado maestro intelectual de lujo, el abogado Alejandro Román Armendáriz (1937-1999), refiriéndome a lo que sucede ahora mismo en nuestro querido país, de manera especial haciendo una analogía de Milagro y Guayaquil, dos ciudades cercanas hermanadas dentro de una misma provincia.

Guayaquil, gran metrópoli, con cerca de 3 millones de habitantes, tiene para la próxima contienda electoral 17 candidatos a la Alcaldía; y mi querido cantón Milagro, con 170.000 habitantes, tiene exactamente el mismo número de candidatos. Es decir, una ciudadela guayaquileña tiene mayor población que el total de residentes en Milagro; solo el Guasmo de Guayaquil, considerado un barrio de la zona marginal, ​tiene más de medio millón de habitantes. Nos encontramos seriamente preocupados, pues se trata de elegir responsablemente a quienes tengan garantía de méritos, en Milagro a los que sean capaces de generar un clima de confianza y transparencia para recomponer la maltratada institucionalidad municipal donde está casi todo por hacer; quienes la llegan a gobernar parecería que no alcanzan a tener visión de ciudad sino apenas de una ciudadela.

Mencionaba al inicio de este comentario a mi maestro Román Armendáriz, quien en una de sus clases magistrales refiriéndose a la actitud equivocada de algunos políticos dijo: “Quieren captar votos distorsionando la política como ciencia social mediante prácticas caracterizadas por la insinceridad, la mediocridad, la asechanza, la improvisación y la demagogia, derivadas de la ignorancia de su naturaleza científica y, o, de la conducta oportunista de ciertos dirigentes y activistas que la corrompen. Por eso se los denomina politiqueros”. Ciertos políticos ponen en riesgo el futuro de lo más valioso, nuestros niños. Pues, por la carencia de liderazgo y de verdaderos proyectos de desarrollo, han sacrificado la riqueza profesional de varias generaciones. Ah, y no escribo de los corruptos porque está ampliamente comentado y con lujo de detalles en los medios virtuales. Con toda la fe hago mis fervientes oraciones por el afortunado prodigio, para que mi maltratada ciudad de Milagro logre la tan anhelada prosperidad y felicidad de su gente amigable. ¡Dios nos bendiga!(O)

Fernando Naranjo Villacís,

licenciado en periodismo, Guayaquil