El hijo predilecto de la revolución cubana, el socialismo siglo XXI, ha logrado producir regímenes dictatoriales con ropaje supuestamente democrático. Brillante estrategia, originada en el Foro de Sao Paulo, que le dio a Cuba petróleo gratis siendo un parásito de Venezuela.
Era la manera de extender la revolución cubana en forma “legítima” ante el evidente fracaso de los Montoneros, de Sendero Luminoso, del Frente Farabundo Martí, de las mismas FARC, del ELN, de los Tupamaros y otros más, que hacían ver que era imposible la expansión del socialismo-comunismo a través de la revolución armada.
Estas dictaduras han devastado en los últimos años a varios países de la América Latina. No solamente han destruido todo estamento, toda institución, los valores morales, la decencia en los gobiernos, las libertades individuales y colectivas, y por supuesto la economía, sino que lo han hecho recubiertos de un nuevo estilo, que pueden patentarlo y que lo podríamos llamar “cinismo despótico”.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua nos dice que cinismo es desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de las acciones o doctrinas vituperables, impudencia, obscenidad descarada. Por otra parte, despotismo es la autoridad absoluta no limitada por las leyes, el abuso de superioridad, poder o fuerza en el trato con las demás personas.
No cabe duda de que cuando en Venezuela se habla por parte de Maduro de una crisis humanitaria “fabricada”, cuando se acusa al “imperio”, a la “guerra económica”, de que el pueblo haya perdido peso por falta de alimentos, cuando se niega que la gente muere por falta de medicinas, y cuando se envía desde Venezuela ayuda humanitaria hacia Colombia, el cinismo alcanza esplendores de la más alta calidad, y es por supuesto proclamado por un déspota de campeonato.
Cuando en Nicaragua se mata a jóvenes, y el anuncio oficial es que estos han sido instrumentos de sectores antirrevolucionarios, que están interesados en desestabilizar a la patria nicaragüense, que estos jóvenes son instrumentos de quienes tratan de acabar con la revolución sandinista y que el Gobierno no ha violado ningún derecho; brilla nuevamente el cinismo, engendrado ahí por la pareja despótica que deja chiquito al Zar de Rusia.
Cuando en el Ecuador se preguntaba “dónde está el ataque a la prensa”, mientras en Carondelet se escribían las sentencias para que los jueces controlados por la asesoría jurídica sentenciaran lo que el despotismo de la FaRC (familia revolución ciudadana) deseaba, la estrella del cinismo se posaba sobre el Ecuador, cargada de despotismo. Y cuando se legislaba en contra de paraísos fiscales, satanizando dónde está el dinero y no de dónde vino ese dinero, el cinismo despótico alcanzaba especiales alturas, por todo lo que se ha visto ya en el Ecuador en los últimos años.
El socialismo siglo XXI, cargado de cinismo despótico, viene de una tendencia que mantiene tradicionalmente un doble estándar, una perversa fraseología.
Si al presidente Piñera, a Álvaro Uribe, a Felipe Calderón o cualquier político que para los socialistas del siglo XXI es un reaccionario, les preguntan por ejemplo sobre Pinochet, dirían algo como: “Sus grandes logros en enrumbar la economía chilena no pueden jamás justificar las atrocidades cometidas en materia de derechos humanos, libertades y democracia”. Y si les preguntan sobre Fidel Castro o Chávez, dirían que son tiranos, dictadores y asesinos, que destruyeron a sus países en todo orden: moral, económico, institucional, político, y que los hicieron retroceder.
Pero si se les pregunta a los miembros de las FaRC, o los miembros de la revolución bolivariana, a Evo o a sus secuaces, o a las huestes de los Kirchner o de Lula: ¿qué responderían sobre Pinochet? Que es un tirano, que nada hizo bien, que es un reaccionario asesino violador de los derechos humanos, y cien calificativos más. ¿Pero qué dirían de Fidel o de Chávez? Pues ya lo sabemos: casi arcángeles, grandes revolucionarios que han luchado por la igualdad, por los pobres, por los más desvalidos, y por las grandes conquistas sociales. Y si se les pregunta: ¿y qué tal las muertes y las atrocidades, los paredones, los presos políticos? Dirían que no hay tal cosa. Que eso no es persecución, esa no es violación de derechos humanos: que eso es la defensa de la sagrada revolución, es la lucha contra el imperialismo intervencionista, es la lucha contra la guerra económica, el bloqueo, y contra quienes obedecen intereses extranjeros. En otras palabras: Chávez y Fidel, a los altares.
El cinismo despótico va contagiando a quienes siguen al socialismo siglo XXI, y nos preguntamos en esta hora del Ecuador, cuánto la FaRC ha podido inocular de ese cinismo y esa visión tan irracional a través de la educación, de los textos, de los mensajes, de las sabatinas, de las redes sociales.
Si ese cinismo despótico, que ha caracterizado a los tiranos de los últimos años, ha permeado en nuestra juventud, no habrá plan económico, ni políticas de Estado que nos saquen del hueco tan grande adonde nos condujo la FaRC. (O)










