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Opinar por opinar lo puede hacer cualquiera, como el alarmista desaprensivo que predice terremotos o propone como barrera migratoria viable al muro más extenso del mundo. El periodismo de opinión, en contraste, consiste en más periodismo que opinión, en indagar con profundidad y usar datos duros para argumentar en favor de una perspectiva o causa en particular. Cuando hay conocimiento personal de un evento, el periodista procura representar con transparencia sus emociones o pensamientos.

Por eso choca la arbitrariedad con que, en el sitio web 4Pelagatos, Martín Pallares quiso destruir el pasado jueves la reputación de uno de los candidatos al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS). Y más cuando redunda en su falta de ética al añadir poco después una oración para deshacer parcialmente lo andado, sin aclarar, como es la norma, que la nota fue editada posteriormente a su publicación.

Tras supuestamente “espulgar minuciosamente las trayectorias públicas” de los candidatos al CPCCS, Pallares concluye que son de una pobreza alarmante. No lo dudo, hay quienes desde la resistencia anónima, báculo de toda lucha por la libertad, sin poder gozar de cobertura mediática o tener necesidad primordial de ella, o justamente para ser efectivos, han combatido la injusticia desde su trinchera. En eso, precisamente, consiste la resistencia.

Lástima que en la memoria fraguada en la palabra escrita solo constan políticos, generales y las víctimas más espectacularmente caídas en combate, pues en el código deontológico de Pallares todos los demás son “submarinos correístas”. Es decir, usted, amigo lector, su vecino y quienquiera ausente en Twitter.

Según Pallares, uno de estos potenciales infiltrados en el CPCCS es quien no llegó a “criticar públicamente [...] aunque sea en redes sociales” la propaganda estatal cuando presidió honoríficamente el Consejo Ciudadano de los Medios Públicos. Pero sus temerarias aseveraciones no le cubren ni los pies ya que, como consta en actas, su presidente por apenas seis meses llegó a planificar el análisis de la cobertura periodística y la creación de mecanismos de participación en la programación. Tras esto, se fraguó un motín en su contra y la mayoría de miembros hicieron mutis por el foro.

Si la democracia se cultivara mayoritariamente en tuits y muros de Facebook, lo cual no debe suceder, ni sucede en países infinitamente más conectados que el nuestro, Pallares ya sería presidente. Una cultura democrática limitada como la nuestra exige, en lugar de una caza de brujas, la desfinanciada producción de documentales como del mencionado candidato sobre un perseguido político del anterior régimen, y cuya síntesis está en internet desde hace años para conocimiento de todos. Pallares podía averiguar esto y más con facilidad, pero parece que prefirió ejercer su poder como formador de opinión.

Igual como otrora defendí a una víctima del régimen anterior tanto en estas páginas como en la Fiscalía General del Estado, aunque nunca la conocí personalmente, hoy estoy llamada a defender a este candidato. No porque es mi esposo de 20 años sino porque mientras hay quienes buscan alzarse con el quinto poder del Estado, se alimenta una campaña sucia en contra de una persona sobre la cual queda por demostrar falta de integridad. (O)