El verbo que por el momento se conjuga en la campaña para las elecciones seccionales se denomina “plagio”: yo plagio, tú plagias, él plagia… todos plagiados.

Paúl Carrasco plagia, Cecilia Alvarado plagia, Marcelo Cabrera plagia –aunque él dice que lo han plagiado– y la solución salomónica para salvar unos pocos votos fue ¡despedir al guionista!

El arte de plagiar campañas exitosas no es patrimonio exclusivo cuencano; en Quito, entre sus candidatos, también empiezan a aparecer denuncias relacionadas con el plagio: Montúfar –su guionista– plagió.

El tema, en el ámbito político, es un botón de muestra, la punta del iceberg, el non plus ultra de cierta actividad “académica” en escuelas, colegios y universidades que nos definen como miembros de una sociedad que recurre al plagio como fórmula para “alcanzar los logros del aprendizaje”; nada nuevo, nada original. Plagio del plagio.

El caso emblemático de plagio y política fue denunciado en las mejores –léase peores– épocas del bucaramato: Sandra Correa, ministra de Educación de Abdalá, fue denunciada por haber plagiado su tesis doctoral; y como para la época y el contexto no existía guionista, el argumento fue que “el conocimiento es universal”. Y la prensa de aquel entonces –fértil terreno del debate público razonado– exhibió, párrafo a párrafo, lo convenientemente universal de dos tesis con similar contenido.

Correa cesada, plagio impune. ¿Pruebas? Carrasco plagia, Alvarado plagia, Cabrera plagia –aunque él dice que lo han plagiado–. El mordaz y cáustico humor local terminó por bautizar a una calle que acogía a decenas de negocios de fotocopiado como “Calle Sandra Correa”.

La respuesta que asegure que el plagio deje de ser, a fuerza de uso y costumbre, un cínico elemento más de campañas electorales, no debería estar en el argumento “ellos también lo hacen”, como cínicamente ha expuesto Paúl Carrasco. El tema recae en el sistema educativo integral que no verifica –verificamos– las tareas de los estudiantes que desde hace mucho tienen a su disposición una fórmula nada compleja: Crtl + C, Crtl + V y ya, deber, resumen, composición, artículo, paper, tesis, campaña lista; candidato listísimo.

Me temo que en el ámbito político el tema del plagio (de propuestas, spots, proyectos de ley, planes de gobierno) es tan rabo de paja como los diezmos: mejor no aproximarse al fuego, no vaya a ser que se corra un incendio descomunal que nos deje en cenizas.

Debemos poner las esperanzas, entonces, en enmendar el sistema educativo innegablemente contaminado con el plagio y sus sinónimos. Con la copia y todo su campo semántico. Con el parafraseo como fórmula. Con el “conocimiento universal” a mi servicio particular.

Estudiantes, maestros, periodistas, artistas, políticos, todos honestos a fuerza de la construcción de conocimiento.

El plagio denunciado en la actual campaña local y evidenciado en redes sociales es muestra y confirmación de que la corrupción no tiene solamente partido político, uniforme, color de piel o gentilicio. No, este plagio es una pinta más de una sociedad que se escandaliza únicamente con la corrupción del otro. Jamás con la propia.

En eso la política es una experta.

P. D. Este artículo no ha sido plagiado por mí, no sé si por el guionista. (O)