La ciudadela Costa de Oro pertenece al cantón Salinas, fue construida hace casi 60 años sin alcantarillado, calles con tierra brea, buen tendido eléctrico y terrenos totalmente limpios. Desde ese tiempo a la fecha jamás sus calles han recibido compactación y delineación, peor asfalto. Hace algunos años se contrató el alcantarillado; se instalaron tuberías para recibir las aguas servidas y al pie de cada vivienda una caja de registro donde descargaba cada habitante sus aguas negras. Lamentablemente esta obra nunca funcionó; las cajas al pie de cada casa son de adorno.

Mi casa la construí en esta ciudadela hace 40 años. Lo principal en esa época era la cisterna para recibir el agua por tanqueros y el pozo séptico. Desde hace 8 años ya tenemos agua por tubería, pero no alcantarillado. Las nuevas casas del sector no tienen pozo séptico y descargan sus aguas servidas en la caja que tienen al pie de su vivienda. Pero al preguntarle a mi guardián adónde iban esas aguas, me dijo que al famoso canal que pasa a 2 cuadras de mi casa y que recorre más de 6 cuadras y desemboca en el mar. En resumen, es un pozo séptico con tapa, y todo lo que recoge va al mar en la playa de Costa de Oro y al pie de un hotel. Hace dos meses contrataron la limpieza del canal porque en el invierno también recoge aguas lluvias.

El año pasado se trataron estos y otros problemas en una gran convención de propietarios de las ciudadelas Costa de Oro, La Milina, Las Conchas, Puerta del Sol y otras que reciben indiferencia de las autoridades municipales porque hay muy pocos residentes, es decir, son pocos votos. Hasta asistió el alcalde y se instalaron mesas de trabajo para darle solución a tanto problema. Nada importante se consiguió: unas cuantas calles recibieron cascajo para contrarrestar el lodo y la imposibilidad de algunos propietarios de llegar a sus casas. Seguimos en el abandono, pero pagamos impuestos. A tal punto llega la indiferencia, que en el parterre central de Costa de Oro existen abandonadas 2 embarcaciones desde hace 6 años y ninguna autoridad ha podido desalojarlas porque no hay presupuesto para eso. Ahora están en campaña y nuevamente nacen esperanzas de los que invertimos en lo que llamamos “sueño imposible”. (O)

Hugo Campos Cedeño,

Guayaquil