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Sin que parir nos sea una obligación, una gratísima condición que la biología nos da a las mujeres es la capacidad de gestar. Cumplir esa función biológica, usualmente durante 40 semanas, marca la vida de toda mujer. Desde la noticia de que la prueba del embarazo es positiva dan vuelta en nuestro interior una gama de sentimientos y emociones. Alegría, temor, incertidumbre. Si el embarazo ha sido deseado, pesarán más las emociones positivas. Si no fue planificado o no fue deseado, lo más probable es que imperen la angustia y el temor. Si existe una relación de pareja estable, la noticia del embarazo seguramente será doblemente celebrada y las emociones serán compartidas. Si no la hay, las mujeres hemos demostrado con creces nuestra capacidad para sobrellevar solas un embarazo, sin renunciar a nuestras vidas y a nuestro entorno.

Pero ser madre no es, ni debe ser, una obligación. Menos, muchísimo menos, si se trata de un embarazo forzado, un embarazo producto de una violación o de un engaño. Ser madre no es una misión que debamos cumplir, aun a costa de nosotras mismas. Ser madre es una opción en la vida. Siempre deberíamos poder elegir, por deseo propio y con plena consciencia de la responsabilidad que conlleva, ser madres. El amor maternal se construye. Y de eso solamente las mismas mujeres podemos dar testimonio. A veces comienza durante el embarazo y se fortalece con el nacimiento y el crecimiento del hijo. En otras ocasiones es un proceso de adaptación ante una nueva personita, a la que se va descubriendo y queriendo de a poco. La decisión de ser madre es, pues, personal. Así como no todas las personas quieren casarse, no todas las mujeres incluyen la maternidad en sus planes de vida. Hay mujeres que deciden ser profesionales y madres a la vez. Otras proyectan sus vidas sin maternidad de por medio. Y hay aquellas que incluso recurren a la adopción o a algún proceso de fertilización para realizar la maternidad que desean.

Por razones de diferente índole, todo embarazo debiera ser voluntario y conscientemente deseado. Como proceso biológico, el buen desarrollo del embrión y luego del feto dependerá de la salud física y emocional de la madre. La ansiedad y el estrés durante un embarazo generan mayor cantidad de cortisol, que afecta la maduración del producto e impacta en su peso al nacer y en el desarrollo de sus funciones cerebrales. Hay mayor índice de depresión posparto en el embarazo de las adolescentes.

Sería en extremo excepcional –si se diera– que una mujer se refiera de manera indolente al aborto. Se trata de una pérdida que lleva su propia carga de duelo emocional, independientemente de si es espontáneo o provocado. Decidir abortar no debe ser nada fácil y de ello solo pueden dar cuenta las propias mujeres que han debido tomar la decisión. Lo deseable sería que ninguna mujer tuviera que pasar por esa experiencia, pero la vida no parece estar hecha para eso. Ni parece que así lo deseen quienes se oponen a la despenalización del aborto, pues tampoco quieren políticas de prevención de salud pública encaminadas a una educación sexual integral basada en la biología y en la evidencia científica, con conocimientos y acceso a métodos reales de anticoncepción. Por eso indigna que se quiera criminalizar a una mujer por interrumpir un embarazo producto de una violación.

(O)