El domingo 6 de enero el Club de Baseball Fatty celebró los primeros cincuenta años de haberse iniciado en el entonces parque Forestal, de donde pasó después a la Liga Miraflores que no existía en 1969.

Fue una celebración sobresaliente desde mi punto de vista, no por la excelente organización, por la asistencia completa de jugadores y padres de familia, entrenadores y asistentes, no por el entusiasmo y camaradería que se exhibió entre los miembros de los equipos de las distintas categorías, sino porque la dirigencia tuvo especial interés en demostrar qué es lo más importante para este Club, dejando una gran impresión en todos los asistentes invitados, amigos, padres y alumnos.

Qué gratificante y qué admirable fue, cuando al entregar un diploma a cada jugador se resaltó el valor que lo había distinguido como jugador, compañero y alumno de esta escuela deportiva. ¡Qué maravilloso que los entrenadores y dirigentes conozcan a cada uno de sus alumnos con sus cualidades, puedan identificar sus méritos, peculiaridades y los resalten para motivarlos aún más!

Todo en un ambiente de camaradería y respeto, entusiasmo y orden.

Premiaron la puntualidad, el entusiasmo, el apoyo al equipo, esfuerzo, superación, disciplina, responsabilidad, compañerismo, constancia, espíritu de cuerpo, honestidad, animación y empuje en los momentos más duros, alegría, buen humor, respeto a todos, colaboración, ayuda mutua, camaradería y también conocimiento y desempeño en los distintos aspectos de este deporte.

¡Qué hermosa y divertida manera de formar a los niños y jóvenes en la práctica deportiva!

El béisbol, es sin duda, un deporte de equipo que se presta para este tipo de crecimiento personal porque exige conocer muchísimas reglas, variantes y posibilidades de jugadas y además asimilar los errores, a veces mentales, de los compañeros de equipo; un apoyo permanente que desarrolla la atención y concentración de los niños y adolescentes.

Considero que fue una maravillosa lección de cómo es un trabajo deportivo que se toma en serio y de manera humana integral, preocupándose del desarrollo de las habilidades motoras para dominar el deporte, cultivando y fomentando los valores humanos para la formación de personas cabales.

Me sentí muy feliz de haber asistido a esta celebración, sencilla como deben ser las cosas que son verdaderamente grandes y sentidas, pero completas: con alegría, gratitud, emoción y recuerdos muy agradables y queridos de los hijos y sobrinos que también pasaron por esta escuela deportiva y donde ahora juegan las nuevas generaciones, algunos bisnietos del fundador: Fatty Miranda.

Es encomiable resaltar que el béisbol además permite dar trabajo a ciudadanos venezolanos que son muy buenos maestros y peloteros.

El deporte bien llevado, fomentando el compañerismo, unión, tenacidad y empuje constituye una gran alternativa para que niños y jóvenes no se aíslen en los recursos tecnológicos, arriesgando su capacidad de dialogar e interrelacionarse de modo directo y personal.

¡Bravo! Una vez más y felicitaciones a los Dirigentes del Club Fatty, a todos sus colaboradores y también a los integrantes de otros clubes que se esfuerzan por impulsar este excelente deporte.

(O)